Humoradas

25/10/2025 - 13:57 Jesús de Andrés

El humor, pese a sus muchos efectos positivos, entre los que destacan la mejora del ánimo y el permitir afrontar mejor la adversidad, tiene unos códigos muy precisos. No siempre funciona.

A veces fracasa en el intento, bien sea por la diferente perspectiva entre quien pretende ser gracioso y el receptor del mensaje, bien por no encontrarse uno en la mejor disposición mental para apreciarlo. He alucinado, y mucho, con el anuncio del Ministerio de Vivienda y Agenda Urbana, en el que aparecen tres personas de avanzada edad compartiendo un piso, allá por 2055, discutiendo por el uso del baño, el abandono de unos calzoncillos o la desaparición de unos yogures. Jóvenes que alargaron treinta años su vida precaria, dando a entender, como los Sex Pistols, que no hay futuro, que si vives en un piso patera, aunque haga años que acabaste la universidad, es lo que hay. Y lo que habrá.

“¿Cómo imaginas tu futuro?”, se pregunta el Ministerio. “En tu futuro debería haber una casa”, añade. Si no lo es, parece recochineo. Una frivolidad, como poco. No es de extrañar que, ante la indignación causada, el anuncio haya sido retirado al tercer día. Lo de menos es que con su coste se hubieran podido regalar cuatro pisos a otras tantas familias necesitadas, lo malo es que trasluce una realidad que nadie en el Gobierno ve o quiere ver: no tienen ni idea de cómo resolver el problema. Peor aún, tienen visiones contrapuestas, resistencias mutuas que les impedirán dar con ninguna solución. 

Los motivos de la actual situación no son los mismos que los de la crisis de 2008. Entonces el problema fue generado por la concesión ciega de créditos por parte de los bancos y cajas de ahorro, que entraron en una espiral suicida. Hoy en día estamos ante una crisis por ausencia de oferta y exceso de demanda, de ahí que no haya alquileres y que no deje de subir el precio de los pisos. Ante ello, una parte del Gobierno entiende -espero- que es necesario construir más vivienda, facilitándolo, mientras que otra, la de los unicornios, establece su diagnóstico en la necesidad de regular más. La ideología, una vez más, lleva a algunos a creer en resultados milagrosos, en resultados mágicos que llegarán por el simple hecho de ser enunciados. Al igual que Franco, que en 1946 promulgó la Ley de Arrendamientos Urbanos, estableciendo la congelación de rentas y la prórroga forzosa de los contratos, el podemismo sobreviviente considera que hay que regular más, poner sanciones. Regresar a la renta antigua, vamos. Remata el anuncio con una declaración de contradictoria impotencia: “Más vivienda, mayor regulación y mayores ayudas”. Qué humor.