Un monumento se desmorona en Guadalajara

21/07/2023 - 10:44 Paco Campos

El castillo de la Luna de La Torresaviñán,en la provincia de Guadalajara, está agonizando. Para evitar la erosión que viene sufriendo con el paso de los años, derivada  del desprendimiento de las piedras de la torre, en  octubre  de 2020 los vecinos constituyeron una asociación.

Durante el primer año y medio trabajaron sin descanso para lograr que se llevara a cabo una actuación con el objeto de detener esta sangría arquitectónica. Pero durante los últimos meses estas gestiones sufren un estancamiento. Sin embargo, lamenta la presidenta, Elvira Laina, el deterioro continúa debido a las duras condiciones meteorológicas de la zona.

La Asociación Castillo de la Luna y pueblos del entorno fue registrada en octubre del 2020. Desde entonces hemos venido luchando, según explica la presidenta, Elvira Laina, natural de La Torresaviñán, pedanía de Torremocha del Campo, en donde se halla, “para que no se venga abajo la torre de la fortaleza, que no se  siga deteriorando”. Se encuentra incluido en la Lista Roja de Patrimonio de Hispania Nostra, “abandonado y en estado de ruina progresiva”.

“Es del siglo XII –ilustra- y durante los 64 años que tengo lo hemos visto degradarse de manera alarmante”. Tres años después Elvira sigue esperando que las instituciones se coordinen y patrocinen una intervención que salve a este Bien de Interés Cultural (BIC) de la ruina.

 Las piedras de la  torre más alta se están desprendiendo como consecuencia  de las  inclemencias atmosféricas, como viento, lluvia o  hielo, que causan una erosión severa y provoca la fractura y caída de las piedras. “Creemos que es cuestión  de tiempo, si no se interviene sobre él se vendrá  abajo”, lamenta. 

En una valoración llevada a cabo por Patrimonio se llegó a la  conclusión de  que la estructura del castillo en general era buena y de la torre, en  particular, también. “No hay peligro de colapso, pero el problema es el desmoronamiento progresivo de las piedras, algo que es muy visible con la apertura de socavones”. En  uno de sus laterales hay un agujero de cuando fue volado en la Guerra de Sucesión, entre los Austrias y los Borbones, que provoca la precipitación de más piedras. En la retirada, los Austrias volaron  varias fortalezas de la provincia, entre la que se encuentra la de La Torresaviñán. Como consecuencia de este evento, el castillo ha perdido más de un piso y parte del perímetro.

 Desde entonces no se ha llevado a cabo actuación relevante alguna. El Estado vendió la fortaleza a un particular, como tantos otros en los años 60. “Él era dueño solamente de las piedras de la fortaleza, no de la tierra de alrededor”, describe. “Quiso comprar –continúa- a la Sociedad de Baldíos Vecinos de La Torresaviñán el terreno necesario de alrededor para llevar acabo alguna actuación”. Sin embargo no fue posible al no haberse alcanzado un acuerdo.

A su fallecimiento, un sobrino suyo, propietario hasta finales de 2020, cuando lo vendió, lo recibió en herencia. La asociación  mantuvo diversas reuniones, tanto con él, como con la Consejería de  Cultura de la Junta y Diputación provincial de Guadalajara. Tras un examen inicial se concluyó que la estructura era buena, pero que había peligro de desmoronamiento progresivo. Tras contactar con el propietario le instaron a intervenir para detener el deterioro. Fue entonces cuando el titular de la estructura defensiva y la asociación contactaron.

 Al ser requerido para que lo arreglara nos trasladó que lo que quería era desprenderse de él”, aporta. “Nuestro siguiente paso fue entonces hablar con Ayuntamiento, Cultura y Diputación”, prosigue esperando lograr el consenso y la ayuda necesaria para realizar una actuación que detenga la caída de las piedras. “Patrimonio y Diputación mostraron su disposición a reunirse con el Consistorio porque desde la asociación nos habíamos comprometido a buscar el dinero necesario para comprar el castillo y que pasara a ser propiedad municipal con el objeto de llevar a cabo una pequeña intervención” con ayuda institucional, recuerda con la confianza de que la nueva Corporación municipal de Torremocha del Campo estudie la propuesta.

Desde el nacimiento del colectivo que representa, han llevado a cabo diversas subidas al castillo en las que se han llevado a cabo charlas para concienciar sobre su situación, actuaciones y actividades diversas. De la misma manera prevé proponer la realización de un recital de poesía en el castillo para el domingo 6 de agosto, desde donde los asistentes tendrán la oportunidad de ver atardecer.  

Mencionando el artículo que escribió para  el blog elhexagono.wordpress.com/ remarca que “es uno de los pocos castillos románicos que no ha sufrido transformaciones desde que en el siglo XII fuera construido por Don Manrique de Lara, señor de Molina”. Y prosigue: “la tosquedad de sus acabados es militar, siendo ejemplo de transición entre la torre fortaleza y el castillo amurallado, compartiendo características de ambos”.

Consta de dos recintos defensivos, que forman anillos alrededor de la estructura principal. Por su parte, describe Laina, “la torre del homenaje es sobria, primitiva y majestuosa”. En el noreste hay un hundido, “probablemente donde se recogía el agua para el castillo. Para entrar había que acceder a través del camino de ronda, en las murallas”.

La planta baja sería almacén, aljibe o cárcel y con escaleras de madera se accedía a las plantas superiores, retirándolas después. “La segunda planta posee vano al exterior sobre la puerta de entrada, cumpliendo la función de defensa vertical”, describe Elvira. En la tercera planta –dibuja- el vano es ojival, al exterior del recinto amurallado.

Aunque deteriorada, se ve la bóveda de cañón en los pisos primero y segundo. En los suelos quedan las marcas de sujeción en las paredes, que están hechas de cal, canto y arena. En su origen eran cinco plantas, en la actualidad quedan tres y una parte de la cuarta. A ambos lados hay restos de torreones, que quedaron ahí después de ser dinamitado.

“Es cierto también que, pese a que su estructura es sólida, la acción erosiva, huecos que hay en la base, grietas abiertas que se van agrandando o el desprendimiento de piedras…, todo hace pensar en la necesidad de intervenir lo antes posible para impedir que el deterioro no llegue a una situación irreversible de derrumbe”, concluye.

El castillo fue levantado en el extremo del Señorío de Don Manrique de Lara aprovechando para ello una antigua torre musulmana. En aquel momento, se describe en la web de  Hispania Nostra, desde las cercanas fortalezas árabes de Algora y de Torremocha del Campo se lanzaban ataques y escaramuzas hacia La Torresaviñán, lo que justifica la necesidad de levantar una línea defensiva a base de castillos y torres: en la misma época fueron levantadas las fortalezas de Tortonda y de Torrecuadrada de los Valles, defendiendo las tres un territorio que fue repoblado con colonos burgaleses a lo largo del siglo.

El castillo fue reforzado en el siglo XIV y reformado en el siglo XV.

Durante la Guerra de Sucesión entre Austrias y Borbones, los ejércitos de los austracistas, en retirada, volaron a cañonazos las murallas y parte de la torre del castillo, según Francisco Layna Serrano, debido a lo cual presenta su actual aspecto.