1968

23/06/2018 - 17:32 Jesús de Andrés

De Berkeley a la Sorbona, de México a la Ciudad Universitaria de Madrid, aquellos jóvenes, la generación del 68, quienes tenían por lema no fiarse de nadie mayor de treinta años, construyeron la sociedad en la que vivimos.

Los jóvenes levantaron los adoquines de París para buscar debajo la arena la playa. Llevaban bajo el brazo Rayuela de Cortázar o El hombre unidimensional de Marcuse. Se respiraba la primavera en el Barrio Latino, otra atmósfera en los bares de Montmartre. Prohibido prohibir, la imaginación al poder, rompamos los viejos engranajes. Universitarios de buena familia, sindicalistas, artistas con pretensiones y bohemios llegados de medio mundo se dieron cita en las barricadas que, bloqueando las calles, pretendían abrir nuevos caminos.
    Martin Luther King, un pastor de la Iglesia Bautista que había ganado el Premio Nobel de la Paz en 1964 por su lucha contra la segregación racial, la guerra y la pobreza, fue abatido a tiros en Memphis –Tennessee– a los 39 años de edad. Robert F. Kennedy, senador estadounidense y hermano de JFK, cayó también por los disparos de un pistolero, no se sabe si solitario. El presidente Johnson dio otro giro de tuerca en Vietnam, levantando las iras de los estudiantes. En España, un anónimo guardia civil de tráfico, José Antonio Pardines, abrió una triste lista de más de 800 muertos al ser asesinado por ETA, un nuevo grupo terrorista de carácter nacionalista.
    Bob Beamon dio un salto al siglo XXI de 8,90 m. en los juegos olímpicos de México, donde fueron protagonistas los puños en alto del Black Power. Stanley Kubrick estrenó 2001, Odisea del Espacio. Los Beatles arrasaron con su tercer disco, A Hard Day’s Night. En casa, Massiel dio nuestro primer paso hacia la integración europea a los acordes del La la lá. Fueron tiempos de rebeldía y hedonismo; de sexo, drogas y rock & roll. Tiempos turbulentos protagonizados por una juventud inquieta y revoltosa.
    La primavera parisina acabó como acaban todas las primaveras, con la llegada del verano. El fin de curso y la promesa de vacaciones desmovilizaron aquella juventud ideologizada. El general De Gaulle zanjó la discusión política convocando unas elecciones que le acabarían costando la presidencia. Menos suerte tuvieron los jóvenes checoslovacos en su particular primavera de Praga, arrollados por los tanques del Pacto de Varsovia; o los mexicanos, aplastados en la conocida matanza de Tlatelolco.
    De Berkeley a la Sorbona, de México a la Ciudad Universitaria de Madrid, aquellos jóvenes, la generación del 68, quienes tenían por lema no fiarse de nadie mayor de treinta años, construyeron la sociedad en la que vivimos. Hoy son septuagenarios y octogenarios preocupados por sus pensiones y el futuro de sus nietos. Cincuenta años más tarde, visto en perspectiva, 1968 fue clave para lo que vino después, un mundo en el que –para algunas cosas, por fortuna– no se cumplieron sus sueños, pero un mundo mejor que el conocido hasta entonces.