¡A las cosas!
Hay que estar muy seguro de uno mismo para difundir un escrito que deja en evidencia su capacidad de comprensión lectora y su competencia escrita, pero allá cada cual.
Siempre he creído que los buenos políticos se distinguen de los malos en que saben estar en los dos lados de la política: en el gobierno y en la oposición. Estar en la oposición es duro, muy duro, pero sencillo, basta con realizar una labor de control y de crítica, aunque es difícil calibrar bien el tono de esta, no caer en la manipulación, en la mentira burda, evitar la demagogia y, sobre todo, ser constructivo. Mucho más difícil, por el contrario, es estar en el gobierno, en la gestión de las cosas, arremangarse y ponerse a administrar, a negociar con unos, a tramitar con otros, a sacar los asuntos adelante. La tendencia de los malos políticos es actuar, cuando están en el gobierno, como si estuvieran en la oposición, en una huida hacia adelante para que nadie repare en sus carencias. Miren al actual ministro de Transportes, sin ir más lejos, que dedica más horas a tuitear, o como se diga ahora, que a su gestión diaria. Hago esta introducción porque el pasado 29 de mayo dediqué esta columna al concejal de Turismo, Comercio, Mercados, Casco Histórico y no sé si me dejo algo, cuyo nombre no citaré para evitar su ociosa réplica, en la que cuestioné que dedicara su -imagino- escaso tiempo a hacer admoniciones apocalípticas del futuro en vez de dedicarse a las cosas, a la gestión de todos esos ámbitos que se incluyen en su cartera. Su respuesta, poco informada y bastante desviada, no sólo fue dirigida al director de este periódico, sino al de otros medios digitales, manda narices, amén de otras páginas ligadas a su partido (Vox). No le hubiera respondido, por aquello del aprecio, ya saben, si no fuera porque insiste en repetir falsedades que no sé de dónde ha sacado, como que yo he cursado estudios en Rusia, lo cual es literalmente falso, o en dejar caer, sin tener ni idea de lo que habla, que yo contemporizo con el comunismo. Hasta el día de hoy he escrito muchas más páginas, y las que me quedan, contra el sistema comunista, contra cualquier sistema colectivista, de lo que él vaya a escribir en lo que le resta de vida. Simplemente le pondré un ejemplo, ya que habla de oídas: hace unos años publiqué un prólogo a una obra de Lenin publicada por Alianza (la cual, estoy seguro, podría ser de su agrado) que me ha costado amenazas de muerte y deseos de que acabe mis días en un gulag por criticar en profundidad al personaje y a su obra. Lo tengo a gala.
Como no ofende el que quiere sino el que puede, dejé ahí la cuestión. Hay que estar muy seguro de uno mismo para difundir un escrito que deja en evidencia su capacidad de comprensión lectora y su competencia escrita, pero allá cada cual. Estoy seguro de que si le pregunto algunas cuestiones básicas de su área no tendrá ni idea, aunque para ello le pagamos. ¿Sabe usted cuánto cobran, por ejemplo, sin salir de la primera de sus competencias, las personas que trabajan para la empresa catalana encargada de los monumentos de Guadalajara y cuánto se le paga a esta desde el Ayuntamiento? No tiene ni idea, aunque confío en que mi interrogante le lleve a averiguarlo. Pregunte, indague, y dedíquele su tiempo. Ya verá qué sorpresa.