Acólitos

27/05/2023 - 13:51 Jesús de Andrés

Aunque en los últimos años su significado ha girado hacia el seguidismo subordinado -y peor aún por culpa de Marvel Comics-, lo cierto es que la palabra acólito es de origen católico: el seglar autorizado para actuar como ministro en la misa y en otros actos litúrgicos.

Aunque en los últimos años su significado ha girado hacia el seguidismo subordinado -y peor aún por culpa de Marvel Comics-, lo cierto es que la palabra acólito es de origen católico: el seglar autorizado para actuar como ministro en la misa y en otros actos litúrgicos. En sus recomendaciones, la Iglesia insta a sus acólitos a sentirse honrados por haber sido elegidos para el cargo y hacer todo lo posible por cumplir su cometido con fidelidad. Así, agradecidos y leales, se mostraron los tres candidatos al parlamento autonómico que participaron este martes en el debate organizado por Nueva Alcarria, pegados al guion previsto, sin salirse apenas del mismo. 

Hubo debate, pero entre los candidatos del PSOE y del PP. El representante de Ciudadanos, un desconocido Enrique Burmeister, vino a entonar, en línea con su formación, el canto del cisne, leyendo un interesante programa que derivó en tedioso al no dialogar lo más mínimo con sus interlocutores. A mí, que hice un esfuerzo por prestarle atención, me parecieron muy sugestivas sus apelaciones al tratamiento de residuos, la sostenibilidad, la economía circular o la demografía, entre otros muchos asuntos, cuyo planteamiento estuvo a medio camino entre un programa de renovación nacional y la Wikipedia, pero estuvo desubicado, más perdido que Carracuca: no era el momento para ello. Fue el debate, por tanto, un enfrentamiento a dos: el actual presidente de las Cortes de Castilla-La Mancha, Pablo Bellido, y un recién llegado a la política, Nacho Redondo, conocido por organizar y participar en retos deportivos solidarios.

Redondo, de quien todo el mundo habla bien como persona, comenzó nervioso, revisando sus notas, cual estudiante roncero a la puerta de un examen, mientras la presentadora del evento, Rosa San Millán, recordaba las instrucciones. Estuvo, sin embargo, ágil al dejar los papeles y sacar juego a su campechanía, aunque se le notara alguna costura. Se pudo comprobar su bonhomía en la forma en que dejó escapar a Bellido, y también su ingenuidad, como cuando, al hablar de los autónomos, dijo “de eso sí sé un poco”. Está claro que aprende rápido, será un buen diputado raso. Por su parte, Bellido, con una imponente experiencia política a sus espaldas, pudo demoler a su rival, pero demostró su inteligencia no cebándose. Evitó el cuerpo a cuerpo y se centró en el raca-raca de Cospedal y sus recortes. Escucharían hace unos días al presidente Page, con su habitual alegría vespertina, dejando caer que le encantaría que su hija “se echara una cosa así, parecida a Pablo Bellido”. No es de extrañar, pudo pensar cualquier persona que viera este debate, en el que dio la impresión de que sus dos protagonistas daban por bueno el resultado… de hace cuatro años.