Agostados

27/08/2022 - 14:47 Antonio Yagüe

Agosto ha copado las fiestas de los pueblos, que antes se retrasaban hasta acabar la trilla. En otros pagos quedan otras.

Agosto se nos hace siempre el mes más corto del calendario. Aunque suma 31 días. También es el más deseado y aguardado durante los once restantes. Y el más fugaz, de fiesta en fiesta, de baile a baile, de merienda sobre merienda, en una especie de juego de la Oca y tiro porque me toca.

Parece que corre como un descosido hacia septiembre, que llegará como si tal cosa. Menguan las tardes y a partir de San Bartolo las noches se cuelan por todas las rendijas. “Agosto, frío al rostro”, advierte el refranero sobre este mes lleno de nostalgias, de recuerdos de aquellos en los que éramos jóvenes e inconscientemente felices esperando el nuevo curso escolar.

Septiembre suele venir algunos años con lluvias anunciando el otoño y pasando por agua las Ferias de Molina, este año con festejos taurinos tras seis años de vetos y ausencias. Empiezan a pintar las uvas de las parras, arrebatadas por los calores, y asoma el triste adiós al verano, aunque oficialmente se fije el 21 de septiembre. Antes llegarán como un clavo la dolorosa efeméride del 11-S neoyorquino y la callejera cantinela separatista catalana.

Agosto ha copado las fiestas de los pueblos, que antes se retrasaban hasta acabar la trilla. En otros pagos quedan otras como las famosas de la vendimia en Jerez o Logroño, la Mercé en Barcelona, o la Feria de Albacete.

El verano se queda en septiembre con apenas un puñado de veraneantes en pueblos, preludio de soledad y silencio. Los agricultores andan preparando la siembra; los escasos escolares, sus estuches, bolis, tablets y carteras, y el común de los ciudadanos se siente acojonado ante el sombrío e incierto otoño con una supercuesta de enero adelantada, según lo agoreros.

Tras los solazos de un verano abrasador e incendios descomunales se advierten los melancólicos prolegómenos del otoño. Andamos agostados como los pastos, tomillos, ajedreas y yerbajos. Enseptiembrados sin remedio.