
De pelotas
Entretenidos con danas, aniversarios Covid, financiación de Cataluña, violadores absueltos, universidad pública/privada o el reparto de menores migrantes trajinado desde Waterloo, se nos ha colado que la Federación de Pelota Vasca ha sido reconocida por la Federación Internacional.
Ya tenemos dos federaciones de la cosa en España. El asunto estaba pactado para 2030 en la ley del Deporte. Pero Aitor el del tractor ha conseguido de Sánchez un adelanto para blindar esta y otras políticas de posibles retoques futuros.
Podrá haber enfrentamientos internacionales entre pelotaris vascos y españoles (riojanos mayormente). La polémica se extenderá a otros deportes y cuando lleguen los juegos olímpicos, que solo permiten una federación por país.
El País Vasco lidera este juego. Fardan de haberlo exportado al resto de España. Debió ser pronto. En la escuela nos contaban que en la Edad Media ya se jugaba en Castilla. Felipe I, rey consorte de Juana La Loca, falleció tras una sudada en un partido y un fatal refrigerio.
Un reciente informe de la federación castellanomanchega de pelota ha inventariado casi 700 frontones, la mayoría semiabandonados, en 1.000 municipios de la Región.
El juego a mano agoniza. Lo atribuye a la falta de “tesón” para desarrollar escuelas deportivas que fomenten vocaciones, las escasas ayudas que impiden la profesionalización y la competencia de otras disciplinas más baratas y menos duras como el pádel.
En el Señorío, con frontones majestuosos en Tartanedo, El Pobo, Tortuera, Checa o Cubillejo del Sitio, apenas se celebra en fiestas algún partido de exhibición contratado para nostálgicos.
Una pena. Era el deporte por antonomasia de los mozos en la España rural del siglo pasado, junto a apuestas de carga, fuerza y otras machadas. En el Norte siguen con sus levantamientos de piedra, cortado de árboles y arrastre de carretones sin bueyes. Igual también se federan internacionalmente.