Agujero negro

17/04/2019 - 20:42 Marta Velasco

Nos dejaron sólos en el Universo para dar la razón a algún Dios optimista y los políticos con su ejercicio de egolatría se la están quitando.

Este mes la noticia más extraordinaria ha llegado del espacio y ha sido la pavorosa visión de un Agujero Negro en una lejana galaxia, a casi 54 millones de años luz de la Tierra.  El fenómeno estelar, fotografiado por ocho observatorios, está rodeado del Horizonte de Sucesos, lo más vibrante y hermoso del hallazgo, un gran friso que centellea como millones de soles.  Las pequeñas galaxias que atraídas por su voracidad se agolpan en el filo del abismo, caen en ese pozo de tinieblas que les roba la luz y la belleza.

Si se acercara peligrosamente, nuestra galaxia sería absorbida y ahí acabarían todas nuestras glorias y desaciertos, entraríamos en la más misteriosa oscuridad. Ese sumidero gigante vaciaría de un sorbo los océanos, se tragaría nuestro mundo, Sigüenza y su Catedral, el Museo del Prado, la torre Eiffel, Cinesa Proyecciones, el palacio de Cibeles, los rascacielos de Dubái, China y la Gran Manzana... nosotros todos revueltos con pájaros y flores, en un tenebroso carrusel, iríamos a la nada o a un merecido caos, donde quiera que nos conduzca ese desmán de Dios, fuera del tiempo y del espacio. 

El hecho de que Einstein ya supiera que existía, nos asombra, por muchos algoritmos que manejase…  Qué mente poderosa tendría para conocer entonces lo que hemos visto en la televisión, tan cerca y tan lejos, a millones de años luz.  Algunos científicos piensan que el Big Bang ocurrió en el seno de un agujero negro y que de aquella explosión surgió el Universo. Y quizá alguna vez rondase como una madre cuidadosa, con su fuego y su oscuridad, husmeando por nuestro sistema, por este pequeño cuarto de niños que es la Tierra, tan ordenado, con sus días y sus noches, con su sol, su luna, sus estrellas, sus nubes y sus tormentas… y abajo las montañas, nosotros, los mares y ríos, y el lamento atronador del hielo que se derrite en los polos. 

      En comparación con asuntos tan grandiosos, con mentes tan lúcidas, los sentimientos de los independentistas sobre Caperucita Roja me parecen peccata minuta, y tanto compadreo político para dormir en el colchón monclovita, una nadería. Hay que pensar a lo grande y no mirarse el ombligo, que estamos aquí para construir y no para destruir, para unir y no separar, para ayudar. Nos dejaron solos en el Universo para dar la razón a algún Dios optimista y los políticos con su ejercicio de egolatría se la está quitando. 

Pero después de ver una muestra de la inmensidad del Cosmos y de la vulnerabilidad del Hombre, debemos brindar por esta mínima y bella vida, disfrutarla con alegría y hacer propósito de abandonar el mal, por si acaso al final de la penumbra del Agujero Negro, encontramos al Gran Dios Trino de todas las religiones o al Dios del Universo y nos pillan con la casa sin barrer. O nos encontramos con nosotros mismos y nos avergonzamos de nuestra incompetencia para gestionar lo que con tanta generosidad nos regalaron.