Amigas

18/07/2020 - 17:30 Marta Velasco

Pienso en Doña Blanca, sola, abandonada en el frío invierno seguntino, llorando su desamor…

Escribo desde Sigüenza. Llevo aquí unos días y ya he podido disfrutar de noches frescas y hermosas lunas. Nada más llegar he saludado al retrato de mi madre, que ha pasado el confinamiento en el cuarto de estar, he visitado la Catedral y he cenado con los amigos de siempre, no nos habíamos visto desde el pasado verano y nos hemos citado en un lugar tan solemne y precioso como la pequeña capilla del Parador. Hasta allí subimos Aurora y yo andando, ella tiene una zancada larga, pero la modera por mí y por su bondad, siempre se pone en el lugar del otro y así da gusto tener amigas. Y por fin llegamos, triunfantes y jadeantes con la mascarilla, a lo más alto de Sigüenza, donde los Obispos franceses montaron su baluarte mientras construían la catedral. Esta fortaleza, más acondicionada para la guerra que para la vida familiar, la utilizó Don Pedro I de Castilla para encerrar a su esposa Doña Blanca de Borbón en una pequeña cámara, porque el muy tunante se había enamorado de Doña María de Padilla.

Pienso en Doña Blanca, sola, abandonada en el frío invierno seguntino, llorando su desamor…El amor es tan importante en la vida que cada década deberíamos tener la posibilidad de volver a enamorarnos, padecer esa pasión, beber el dulce veneno que te da la vida o te mata, que dicen los poetas. El amor es felicidad y locura, pero el amor es también dolor si no es correspondido y la joven Doña Blanca fue condenada a una existencia sin amor y con poca compañía. 

En sustitución del amor que no tuvo en el exilio, espero que tuviera algunas amigas fieles entre las damas que compartieron su fatal destino. Esa amistad, quiero creer, le daría ánimo y consuelo, incluso alguna vez, por alguna bobada de esas que nadie entiende, pero que las amigas cazan al vuelo, estallasen en risas sin poder parar.  Y deseo con toda el alma que tuviera unas amigas como las que tengo yo, porque, si el amor es el motor del mundo, la amistad es el sentimiento más generoso y duradero, el que te proporciona alegría y fortaleza para seguir con la vida cuando todo va mal. La amistad es un regalo que se ofrece a cambio de nada, me dice Pachi. Ella es así de espléndida. Con los amigos te ríes de ti misma sin ningún problema, nadie me ha aguantado tantos rollos con tan buen humor y con nadie me he divertido tanto como con Magacha, mi socia literaria, siempre dispuesta a repartir su alegría, aunque la necesite, y a darlo todo animando a quien se lo pida.

“El antídoto para cincuenta enemigos es un amigo” dice Aristóteles, que debía tener una cantidad de enemigos considerable, yo soy más modesta y no tengo. En cambio, amigos tengo varios, no demasiados.  A algunos los veo muy poco, pero están conmigo y mi aprecio por ellos también.  Otros han muerto, y fueron y serán siempre mis amigos.