Andadas
La ciencia ha demostrado que andar por las mañanas tiene incontables beneficios para la salud.
Los grupos de paseo, que durante el año se ven en todas las ciudades con mallas y zapatillas deportivas, han vuelto con el verano a nuestros pueblos. Los forman mayormente personas maduras, que en tiempos mozos salían sin esperar al amanecer camino de la siega. Hoy, con cremas solares, gafas de artista, sombreros y hasta paraguas, se juntan para caminar y hablar antes de que el sol deslumbre y caliente.
Nada mejor que empezar el día con buen pie. La ciencia ha demostrado que andar por las mañanas tiene incontables beneficios para la salud. Por ello, cada día más médicos recetan una caminata diaria. “Es lo más parecido que tenemos a un fármaco maravilloso”, asegura Thomas Frieden, exdirector de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EEUU.
De un tiempo a esta parte también se ha puesto de moda también caminar de noche tras la cena. Por seguridad conviene llevar chalecos reflectantes y linternas. Tampoco hace falta una andada de 10 kilómetros (corta) o 24 (larga), como la programada por Comuneros de Calatayud para la noche del 11 de julio, víspera de luna llena.
Algunos países, como Italia, tienen esta práctica incorporada a su manual de costumbres saludables. Lo llaman passeggiata. Consiste en dar un corto paseo de unos quince minutos para bajar la cena. También es patrimonio español, sobre todo entre personas del clero. En nuestros pueblos se ha vuelto una costumbre casi inexcusable en estos días en que las horas de sol se alargan y pesan.
Dicen que estas ligeras caminatas también suponen muchos beneficios: evitan sentirse pesado, el riesgo de diabetes, cuidan el corazón, propician que se duerma mejor y, según Aristóteles, activan la mente y nos hacen más productivos.
Nada como volver a las andadas pausadas y conversadas en cuanto asome el sol o se enseñoree la luna, con el canto de la chicharra y del autillo de fondo.