Aquí nunca pasa nada

02/03/2019 - 13:29 Antonio Yagüe

Estamos condenados a vivir con la losa del chantaje independentista.

Pone uno la radio y la tele o mira un periódico y las redes sociales y el embrollo catalán, las elecciones y pactos reales o posibles lo invaden todo. El juicio al ‘procés’ protagoniza los cafés en lugares de trabajo, mata horas de espera en aeropuertos y hasta puede que esté presente en alguna conversación entre sábanas.  Mientras, las charlas con parientes, amigos o conocidos relacionados  con Cataluña se han enfriado. Incluso sobre deportes, para no acabar en lo mismo. 

Estamos condenados a vivir con la losa del chantaje independentista. Es un monotema, un coñazo del que se culpa a  políticos y a periodistas, que han tomado más partido que nunca. Incluso leen sus infumables manifiestos y, apesebrados, les defienden a capa y espada en tertulias y platós. Por algo ocupan ambas profesiones la más rastrera valoración social. Han dejado de preocuparse y de tratar “cosas serias”, como nos recriminaban nuestros padres cuando nos perdíamos en disquisiciones sobre qué hacen las moscas en invierno, rumores vecinales o banalidades varias.

Todo ocurre en Madrid y Barcelona. Hasta en deportes, sobre todo fútbol, no pasa nada fuera de esta cutre polarización. ¿Alguien sabe si, aparte del frío o calor, incluso las dos cosas el mismo día, según refinadas/os  meteorólogas/os, pasa algo en otras comunidades? ¿Cómo van los pacientes del hospital de Teruel y los mineros de Andorra? ¿Baja el paro en Soria o se debe a la despoblación? ¿Son peores los repobladores de Fraguas que los mandamases de Guadalajara? ¿Ocurre algo en Burgos, Salamanca, Talavera o Albacete además de vender morcillas,  jamones, cerámica y navajas? ¿Vienen más industrias cárnicas a Zaragoza? ¿Bajarán la fiscalidad en el campo para frenar la despoblación? ¿Cómo va lo del parador en Molina?  

Los políticos han descubierto de repente una España vacía porque encaja bien en sus remunerados discursos y promesas electorales para no cumplir. Para los medios de comunicación, se ha tornado invisible. Salvo para adornar algún reportaje con sucesos escabrosos, migas, torreznos o supervivientes que recuerden cómo se hacía el mostillo o los pedugos. Hay gente que solo mira las pantallas y páginas sobre el tiempo para ver si por casualidad o aproximación dicen algo de su pueblo. Aunque casi siempre sea negativo, como en el caso de nuestra comarca. Aquí nunca pasa nada.