Así es imposible

17/12/2023 - 13:20 Andrés Aberasturi/Periodista

Tiempo habrá para cambiar las cosas en cuanto a la renovación del CGPJ, pero lo primero es cumplir la Constitución porque es lo que se debe hacer y porque al no hacerlo, el contrincante se agarra con razón a esa obstrucción por parte de los de Génova.

Según parece, con una prisa incierta y sin muchas esperanzas, el presidente del Gobierno se va a reunir con el jefe de la oposición y líder del PP para poner (para intentar poner) fin entre otros temas al absurdo bloqueo del Consejo General del Poder Judicial. La idea de hablar es buena, lo que se persigue en el encuentro es absolutamente necesario y la urgencia, que siempre fue importante, hoy es fundamental.

Pero el ánimo que precede a la reunión no sólo no hace presagiar nada bueno sino que ya parece condenado al fracaso y, siendo esto malo, aún es peor el aumento de la tensión no sólo entre los dos partidos como tales sino también entre los líderes a título personal. Para explicar el asunto en pocas palabras hay dos posturas: el PP se viene negando -para mi incomprensiblemente- a renovar el CGPJ porque quieren que antes se reforme la forma de elección de los consejeros para que sean los jueces y no los partidos los que elijan a sus representantes. Naturalmente el PSOE dice que las leyes están para cumplirse y que a día de hoy son el Congreso y el Senado (es decir, los partidos) los que proponen una serie de nombres. 

El empecinamiento del Partido Popular en enquistar una institución tan importante como es el CGPJ, no parece de recibo por muchas razones que aduzca. Al margen de exigir que sean los jueces los que elijan a los jueces, lo cierto es que el partido de Génova tiene mayoría en la institución y no parece muy dispuesto a perderla. El PSOE, naturalmente y con la Constitución en la mano, viene exigiendo la renovación desde hace años. No ha sido posible. 

Las cosas hay que hacerlas cuando se deben hacer y creo que el PP se ha equivocado en mantener este duelo durante tanto tiempo. Mejor hubiera sido hacer lo que se debía, aunque se perdiera la mayoría, que no llegar a este punto sin retorno. Tiempo habrá para cambiar las cosas, pero lo primero es cumplir con la Constitución  porque es lo que se debe hacer y  porque al no hacerlo, el contrincante se agarra con razón a esa obstrucción por parte de los de Génova. Y todo esto lleva a dos reflexiones.

La primera y más evidente es la inutilidad anunciada por los dos partidos de la futura reunión. Y no se cortan un pelo. Afirma el PP: “Si no va a cambiar la ley, se puede ahorrar la llamada” a lo que el PSOE responde: “El modelo nosotros no lo vamos a cambiar. Eso ellos lo saben. No lo vamos a cambiar. El actual es un modelo absolutamente democrático”.  A la vista queda el buen espíritu constructivo de ambas partes para llegar a un acuerdo. Todo un ejemplo de deseo de conciliación. Así es imposible.

La segunda reflexión tiene más calado y resulta por lo menos inquietante y peligrosa  para la propia  democracia. Es evidente que los partidos han cambiado desde la transición hasta hoy. Se ha dicho muchas veces y estoy completamente de acuerdo, que vivimos en una partitocracia en la que los partidos -con la complacencia de todos ellos- se han convertido en empresas de poder que intentan -y lo consiguen- controlar todas las instituciones. Los fiscales generales del estado solo conservan el nombre porque la realidad es que se han convertido en fiscales generales del gobierno de turno. Las famosas “puertas giratorias” van dando entrada a los amigos en las instituciones y en las grandes empresas que tampoco hacen ascos a tener en sus filas a un par de exministros. Y encima hacen trampa; sirva como ejemplo al alcance de cualquiera el “democrático” cambio para ser jefe de RTVE: ya no lo nombra el gobierno de turno sino el Consejo de Administración. Bien. ¿Pero quién nombra a los consejeros que luego nombran al presidente? Pues naturalmente los partidos. Son ganas de disimular. 

Cuando comenzaron a crearse las asociaciones de jueces, recuerdo que pregunté al representante de “Jueces para Democracia” si es que había jueces para otras cosas. Admitamos que sólo es un nombre, pero lo cierto es que las asociaciones de jueces tienen también una cierta ideología más que evidente, aunque la esperanza es que no juzguen a partir de ella. Quiero decir que la condición del PP para que sean los jueces quienes se elijan entre ellos, también vendría teñida por la suspicacia ideológica entre las tendencias mayoritarias de los propios magistrados. Pero tampoco me vale el argumento del PSOE: «nunca» cambiará el modelo de designación de vocales para instaurar uno «corporativo o gremial». Y no me vale porque me pregunto si hay algo más “corporativo” que un partido político.

Y en eso estamos, empecinados todos en sus posiciones sin atisbo de que el sentido común y por el bien de todos podamos salir de esta crisis que es mucho más que económica.

 

NOTA:  En octubre de 1977 en el Club Siglo XXI ocurrió algo trascendente: Santiago Carrillo pronunciaba una conferencia y Manuel Fraga era el presentados. El ABC escribía: “El abrazo que se dieron los dos veteranos políticos representó mejor que ningún otro gesto el intento sincero de superar las heridas que la guerra civil dejó en nuestro país, la reconciliación de las dos Españas decididas a convertirse en una sola”