Burros, zorras, cuervos

21/05/2023 - 13:58 Antonio Yagüe

Aunque maldita gracia hace a los ganaderos, el lobo sigue protagonizando los  libros infantiles, pero pintado como un colega gracioso y hasta amigo de Caperucita y los tres cerditos. 

Una granja ecológica de Galicia ha pedido a la Real Academia Española (RAE), con campaña incluida en redes sociales, que elimine del diccionario por peyorativa la segunda de las 17 acepciones de burro: “persona bruta e incivil”. Los responsables argumentan que sus dos pollinos, Junior y Valentina, destacan por su “inteligencia y astucia”, demostrada ante ataques de lobos con altos rebuznos, que ponen en alerta a los mastines y reagrupan a las vacas.

Desde hace un tiempo este sufrido animal, que lleva cinco milenios ayudando al ser humano en labores de carga y transporte, suma defensores. La historia muestra que fueron domesticados ya en tiempos de los egipcios, y qué decir del protagonismo bíblico transportando a la Virgen María hasta el pesebre donde nacería Jesús. Cierto que hoy, camino de la extinción en el mundo desarrollado, sufren olvido y en ocasiones maltrato.

El borrico soporta el sino de algunos animales catalogados, desde una visión antropocéntrica, como malos a través de cuentos, leyendas o fábulas. Se destaca su tozudez, estulticia y lujuria. También se incluye en este grupo al lobo por su ferocidad incontrolada, al zorro por su astucia para hacer el mal o al cuervo considerado ave de mal agüero fundamentalmente por ser negro. Todos ellos gozan de una inmerecida mala reputación, una especie de leyenda negra.

Aunque maldita gracia hace a los ganaderos, el lobo sigue protagonizando los  libros infantiles, pero pintado como un colega gracioso y hasta amigo de Caperucita y los tres cerditos. Los docentes modernos han desterrado que a ningún niño se le llame borrico, y la sociedad rechaza lo de zorras a mujeres malvadas o cuervos a curas incluso pederastas.  

Nos han cambiado los cuentos. Hasta asesinos confesos podrían ser excelentes alcaldes. A este paso los despiadados “cucos”, como inmerecidamente llaman a los de Labros, acabarán siendo unos santos.