Campanudos en León
Son herederos de un oficio que requiere “mucho oído” al tener que apreciar los sonidos y corregirlos acelerando o ralentizando la velocidad del golpeo de las campanas.
Los 1.300 campaneros de España, según algunas estimaciones, tienen una cita el próximo 14 de abril en León. La capital del reino que albergó las primeras Cortes de la historia de Europa en 1188, honrará así el reciente título de Patrimonio Mundial Inmaterial de la Unesco con un congreso nacional sobre campanas y relojes.
La cumbre reunirá a estos especialistas campanudos en dos elementos que han marcado el tiempo y la vida cotidiana en pueblos y ciudades. Debatirán sobre este medio ancestral de comunicación, auténtica red social en el mundo rural durante siglos, cuando no había luz eléctrica ni relojes, teléfono o cosa parecida.
Son herederos de un oficio que requiere “mucho oído” al tener que apreciar los sonidos y corregirlos acelerando o ralentizando la velocidad del golpeo de las campanas. También han de ser un poco músicos “de una sola cuerda”, la de manejar las campanas.
En tiempos pasados se requería una sacrificada dedicación todos los días del año y varias veces cada jornada. Al sacristán de mi pueblo, el tío Gerardo, no se le colaba un rezo, evento, suceso o aviso con singular bandeo ante tormentas, nieblas y vendavales para orientar a gente perdida o desnortada.
Doblar por los muertos o tocar a clamores es, por desgracia, casi el único repique litúrgico o por la vida comunitaria que nos queda. De un total de 16 recuperados y mantenidos por Diego Sanz de Alustante, o los 30 que resonarán con solemnidad y nostalgia en iglesias de la histórica capital de un reino fundamental en la configuración de España.
Las campanas están dejando de formar parte del paisaje sonoro de nuestros pueblos, un lenguaje de comprensión universal capaz de unir a países y continentes durante siglos. Aún les queda algo que decir. Quizá sus ecos sobrevivan al despoblamiento final.