Charlatanes
Cuando yo era chaval ocupaban el centro de las plazas de los pueblos vendiendo mantas de Palencia, sábanas, cobertores, sartenes, y hasta brebajes y remedios para el cuerpo y el alma.
Cuando yo era chaval ocupaban el centro de las plazas de los pueblos vendiendo mantas de Palencia, sábanas, cobertores, sartenes, y hasta brebajes y remedios para el cuerpo y el alma. Era un espectáculo oír a los Ramonet (muchos se llamaban así), con la verborrea propia del mejor predicador, rebajando precios y aumentando lotes que un cómplice compraba para animar al público.
En algunas ferias había hasta concursos sobre este arte intemporal de la charlatanería. Los modernos son más cultos, menos astutos y graciosos, pero tanto o más pesados. Algunos tienen espacios en radios y teles; otros vienen en caravanas cuando las elecciones, venden sus promesas y motos sin manillar, y se largan.
Cuando llega el verano, en los pueblos cada vez menos repoblados por los que huyeron a las capitales, aparecen sus sucesores. Algunos ayuntamientos les tienen vedada la actividad con un bando-cartel a la entrada del pueblo para que no alteren el descanso de veraneantes picajosos. Como si no. No cesan en sus proclamas micrófono en mano o rancia megafonía en furgoneta dando la vuelta al pueblo.
También prestan un servicio el de melones de Villaconejos, el de melocotones de Calanda o de la Almunia, el que cambia colchones viejos de lana, el de los ‘congelaos’, el que arregla canalones… “Ha llegado el frutero… Llevo pantalones y camisas/acudir hombres. Traigo sostenes y bragas/acudir mujeres, almanaques zaragozanos, miel de milflores...Venir que se acaba”, recitaban estos días.
Los maestros de la labia y del tejemaneje están en vías de extinción. También los campellanos y otros recoveros como el Leoncio de Labros que revendían puerta a puerta por los pueblos telas, hilos, pedugos, calzones, manzanilla y té.
Les han sustituido repartidores llegados con encargos en furgonetas por carretera a toda pastilla. Traen desde juguetes o piezas de algo hasta percebes de Galicia para los más estirados ¡ Vivir para ver!