Chocolate de lujo
En Molina de Aragón llegó a haber tres fábricas, que regentaban, en plan familiar, los Iturbe, los Martínez y los Juana. Se vendían bajo los nombres de “La Cadena”, “Igual” y “Juana”, en tabletas terrosas por el abundante azúcar y en polvo para hacer, a la francesa (con agua) o la española (con leche).
El chocolate, introducido en Europa hace 500 años por el cercano Monasterio de Piedra, ha tomado el relevo del aceite y, como tantas cosas, se está poniendo a precio de oro. El cacao, su principal ingrediente, ha triplicado su precio en año y medio. Los mercados certifican que el repunte constante será la nueva normalidad.
Costa de Marfil y Ghana, situados a 5.000 kilómetros, concentran casi el 70% de la producción mundial del grano marrón. Acumulan tres años de pésimas cosechas. Tampoco corren buenos tiempos y acusan el famoso “efecto mariposa” Indonesia y las hispanohermanas productoras Ecuador, Venezuela, Perú, Dominicana y Colombia.
Completa la tormenta perfecta una demanda disparatada desde que médicos, influencers incontrolados y los implicados en un negocio que mueve al año 250.000 millones de euros pregonaron sus superbeneficios saludables, incluso como sustituto del sexo, junto a otros aspectos como la nutrición, calorías y gastronomía.
En Molina de Aragón llegó a haber tres fábricas, que regentaban, en plan familiar, los Iturbe, los Martínez y los Juana. Se vendían bajo los nombres de “La Cadena”, “Igual” y “Juana”, en tabletas terrosas por el abundante azúcar y en polvo para hacer, a la francesa (con agua) o la española (con leche).
Solo sobrevive la primera. Concentra la emoción y nostalgia de aquellas tardes en los internados escolares en que la merienda de manera impepinable era una onza y un trozo de pan duro camino de mendrugo. Y de tantas fiestas, merendolas en tardes domingueras invernizas, bodorrios y cumpleaños fanfarrones.
De un tiempo a esta parte uno queda como Dios llevando a una cita-tardeo, junto a una botella de champán, una refinada tableta de buen chocolate negro con 80% de cacao.
«Al final regalar una caja de bombones del Manolongo va a ser como regalar una joya», comenta un viejo molinés.