Cinco horas con Cela

22/01/2022 - 12:30 Jesús de Andrés

Veinte años ha tardado Marina Castaño en escribir a Camilo José Cela una carta para contarle lo ocurrido desde su deceso.

Durante cinco horas, Menchu, la viuda de Mario -el personaje de Delibes-, desgranó en un caótico soliloquio, velando el cadáver de su esposo, todas sus miserias e incomprensiones, una vida entera de recuerdos y reproches; cinco horas en las que se retrató revelando, junto a sus quejas, sus más íntimos deseos, las apetencias más profundas de su existencia. Veinte años ha tardado Marina Castaño en escribir a Camilo José Cela una carta para contarle lo ocurrido desde su deceso, reflejando no sólo su falta de destreza literaria sino, sobre todo, sus ínfulas aristocráticas y su desapego por la obra del supuestamente homenajeado. Inenarrable es el resumen histórico por el que pasean yihadistas, “un tal Rodríguez Zapatero” o el actual gobierno (“hay unas ministras, Camilo José, que producen vergüenza al género femenino”). Pero donde se luce es en el terreno personal: desde referirse al hijo de Cela como “el pariente cercano” que “metió mano” en los fondos de su Fundación a decir que Umbral (“Deleznable. Se murió, por cierto”) “sacó una basura” o que Paco García Marquina (“que también acaba de morirse”) “sacó otras páginas repugnantes”, refiriéndose a su biografía. Y no olvida comunicarle, para que esté al tanto, su estado civil (“nueve años después de tu ausencia apareció Enrique, que es cirujano vascular. Te respeta y te honra”). 

No diré yo que sea fácil resumir veinte años cuando es casi imposible condensar lo ocurrido en la última semana. Imagínense lo que le hubiese contado de estos siete días: coincidiendo con San Antonio Abad, un ministro comunista quiere prohibir el jamón, ya le llegará su San Martín; a un tenista serbio no le han dejado jugar en Australia por no estar vacunado, mejor para él; la familia real sale de nuevo en los papeles, no ganamos para disgustos… Y cosas así. No se comprende ese afán de protagonismo a estas horas, esa necesidad de saldar cuentas y atacar con saña para al final conseguir justo lo contrario de lo que se pretende: enfangarse ella sola en una patética y pretenciosa demostración de soberbia, utilizar el vigésimo aniversario del fallecimiento de su marido para, tratando de ser ingeniosa, demostrar a todo el mundo su corta visión del mundo, su elitismo demodé y la amarga indigestión de su propia vida. Y si no consigue denigrar al supuestamente festejado es porque su obra, esa sí, está muy por encima de estas miserias. Como Menchu tras cinco horas de monólogo interior llorando de rodillas ante el féretro de Mario, rogándole que comprendiera sus motivos, la carta de Marina Castaño tiene el aire trágico de quien piensa que aún debe justificarse. En la ficción, Menchu entierra a su marido, cerrando la historia. En la realidad, Marina se despide de Cela con un “seguimos en contacto”. Estaremos al tanto.