Colas de verano

18/07/2020 - 17:15 Antonio Yagüe

Cuentan que en algunos comercios, sobre todo  panaderías y carnicerías se inician al rayar el día.

Han vuelto las colas a Molina, si es que faltaron algún verano, ante la afluencia para compras y burocracias de oriundos de los pueblos. Este año cantan más, con filas en la calle y mascarillas atosigantes bajo la fogatina del sol. También por la estética un tanto tétrica de gente embozada como en las mañanas invernales.

Cuentan que en algunos comercios, sobre todo  panaderías y carnicerías se inician al rayar el día. Antes de abrir las puertas ya se han repetido las tradicionales discusiones por coger número, quién se cuela, o quién dio o de quién recibió la vez. Algunos hacen las colas a gusto. Sostienen que la calidad de las morcillas, del cabrito o los chorizos se mide por las aglomeraciones ante el comercio. Ninguna carnicería como la de Rafa, Lourdes, Mariano Juana, Canolich, Nicanor….

Algunos sociólogos denominan como generación del cambio a la surgida a partir de Mayo del 68. Puede que coincida con la generación de las colas: para entrar al colegio, el bocadillo, matricularse,  compulsar documentos, solicitar beca, entrar al cine o al baile. Para casi todo. Nos educamos en ellas y creíamos que las habíamos perdido de vista.

Algunos venidos de Cuba o Venezuela cuentan que allí pueden llegar a dedicar hasta cuatro horas diarias en colas, la mitad que a dormir. Mi amiga Inna Kuzina contaba que la Rusia soviética eran kilométricas y principal ocupación de los jubilados. Como un trabajo más. Por no hablar de la España de la postguerra con sus cartillas de racionamiento. Conmueve la historia de una madre con tres niños sin nada que darles de comer que se iba a hacer colas a la estación de Atocha e instituciones diversas para vender por unas pesetas su puesto en la fila. Fue arrestada bajo sospecha de sacar el dinero prostituyéndose. 

En Madrid y otras grandes ciudades la crisis del Covid ha hecho famosas las llamadas “colas del hambre” ante administraciones, comedores sociales, bancos de alimentos o Cáritas, el Ministerio de los Pobres. No es el caso de nuestra comarca. Pero las colas, a veces caprichosas, les dan un aire.