Cotos de ocio sano

04/07/2020 - 11:53 Antonio Yagüe

He oído un planteamiento similar muchas veces en nuestros pueblos: “¿Qué recibimos a cambio de mantener un sabinar o una dehesa?"

La pandemia ha vuelto los ojos de muchos urbanitas sobre la España rural o vaciada. Como lugar soñado durante el confinamiento e ideal para pasar el verano más a salvo del bicho. Algunos se han planteado incluso una ida o vuelta a vivir en estos espacios desde donde teletrabajar con los niños en escuelas amplias, más seguros y tan contentos. Pasada la tormenta, quedará en nada, como tantos intentos pasados.

La declaración del Alto Tajo como Parque Nacional, vendida por el presidente Page en permanente campaña electoral, pone sobre el tapete si debe protegerse y confinarse a cambio de nada esta joya natural oculta y desconocida para buena parte de los españoles. Con espacios en las colindantes Teruel y Cuenca, hermanados por la soledad, pueblos deshabitados, carreteras sin automóviles, senderos infinitos sin caminantes, iglesias sin feligreses y parques infantiles sin niños.

Julián Mora, profesor de la Universidad de Extremadura, comunidad con una despoblación parecida que impide su desarrollo, se opone a que estos territorios queden condenados a parque temático de flora y fauna. Son sumidero del dióxido de carbono que se genera por todas las emisiones de coches que circulan por la UE, Rusia y Japón. Mora demanda una compensación económica de la UE por su aportación a la biodiversidad y el coste por adaptarse a exigencias ambientales que han frenado la instalación de industrias poco limpias, minerías y otros usos.

He oído un planteamiento similar muchas veces en nuestros pueblos: “¿Qué recibimos a cambio de mantener un sabinar o una dehesa?” Al parque y geoparque molineses acude gente de media España a cazar de todo, buscar setas, pescar truchas y caminar por un entorno oxigenado. Está bien que lo hagan. Pero las políticas aplicadas a este tipo de territorios a la vista están: comarcas abandonadas que parecen exclusivamente cotos de ocio sano sanísimo mientras los que allí viven y los mantienen siguen esperando que, por lo menos, les llegue del espacio una civilización inteligente, porque no la pueden esperar de otra parte.