Cristales de color
Las ideologías trastornan los sentidos y perturban nuestra percepción de la realidad.
Conforme se ha ido reduciendo la amenaza en los hospitales y residencias de mayores, conforme avanzamos en las fases de la denominada desescalada, se ha incrementado la reyerta ideológica, la bronca alejada del interés general, la trifulca permanente. Tiramos al monte, lo llevamos en los genes. Las ideologías trastornan los sentidos y perturban nuestra percepción de la realidad. Nada gusta más a un español que ponerse las gafas ideológicas, cada cual las suyas, para ver la realidad de su color. Así es imposible mantener un debate serio sobre cualquier asunto, sobre todo si requiere de soluciones técnicas, en este caso de carácter médico, si pretende el mejor tratamiento para combatir la pandemia y sus efectos. Casi nadie queda fuera de ese juego perverso, aunque nadie lo reconozca porque sería tanto como reconocer lo influenciados que estamos, nuestra incapacidad para pensar por nosotros mismos, nuestro comportamiento de rebaño.
Si usted es uno de los afectados, piense que su opinión sobre el mantenimiento o no del estado de alarma y su valoración de las medidas tomadas es la que es, pero podría haber sido exactamente la contraria de haber gobernado otros. Si, por poner un ejemplo, usted es de derechas, estará de acuerdo con que el gobierno actuó tarde, que ha gestionado pésimamente la compra de material sanitario, que las fases de desescalada son un horror en su concepción y aplicación, y que la crisis económica que vendrá es resultado de todo lo anterior. Si, por el contrario, usted es de izquierdas, pensará que el gobierno actuó en el momento adecuado, que ha hecho y hace lo que ha podido, que el estado de alarma estaba totalmente justificado para acabar con el coronavirus y que la crisis será menor para las familias más desfavorecidas gracias a la acción gubernamental. Y sabiendo, como sabemos todos, que las competencias sanitarias son de las comunidades autónomas, usted valorará lo bien que se hace en Madrid y lo mal que se hace en Castilla-La Mancha, o viceversa, en función de su ideología.
Esa es la única verdad, que no hay una verdad sino, como bien decía Ramón de Campoamor, todo depende del color del cristal con que miramos. No es que prime el relativismo o la arbitrariedad, es que poco importa mentir si es bueno para la causa. Y en esas estamos, unos llamando al guerracivilismo, a sacar la bandera (ay, con lo que había costado que dejara de ser usada como arma arrojadiza), otros a seguir criando cuervos en una estrategia suicida que les saldrá cara por abandonar el centro del tablero, los de más allá vendiendo su alma al diablo por conseguir unos apoyos que no tienen, incluso perdiendo la dignidad, y los del otro extremo buscando un espejo al que enfrentarse en su particular combate de boxeo. Qué país.