Cuesta arriba

16/01/2021 - 16:08 Antonio Yagüe

Ya no se habla tanto de la cuesta de enero, quizá porque para quienes andan del Erte al Ere o engrosan las colas del hambre todos los meses están en cuesta.

Cuando éramos algo más jóvenes, cada enero oíamos hablar en nuestro entorno familiar de la temida cuesta. Veníamos de gastar mucho en diciembre y siempre se hacía duro el primer mes del nuevo año. Los expertos en prospectiva vaticinan que este enero tendrá la pendiente más empinada desde 2013. Aunque las vacunas anticipan un 2021 con crecimiento económico, el inicio del año se complica con una tercera ola de coronavirus.

Para cuestas, sin ir más atrás, cuando la denominada Constitución/Régimen de 1978. Cruel metáfora para una norma parida como unificadora y reguladora de la mayoría de los intereses de los ciudadanos. Plagada de cesiones de uno y otro polo político para hacerla fuerte, salió adelante en un proceso constituyente que daba un portazo en las narices a la dictadura para ponerse a militar junto a las democracias europeas.

En aquellos eneros algunas familias empezaron a ver los dos y únicos canales de televisión en color con gigantescos aparatos que se apagaban y encendían a golpe de dedo. Se merendaba pan con chocolate y se bebía Casera con Savín. Las vacaciones eran un lujo con bocadillos de mortadela. Algunas casas no tenían teléfono, sobre todo en los pueblos, y sobrevivían carros de chatarreros, tirados por mulas flacas o burros. Parece el pasado del pasado, pero no, era la menos prodigiosa década de los setenta con una nación gris y plomiza.

Ya no se habla tanto de la cuesta de enero, quizá porque para quienes andan del Erte al Ere o engrosan las colas del hambre todos los meses están en cuesta, como las calles de mi pueblo. Y para pobres jóvenes, incluso con empleo, a los que cuesta horrores llegar al final de ellos para encadenar otro igualmente empinado. O jubilados abrumados ante la incombustible subida de la luz y los  impuestos. 

Pero el horizonte está lleno de proyectos y buenos deseos. Hay que subir la rampa de la existencia. Como decía el poeta José Agustín Goytisolo en sus Palabras para Julia: “Nunca te entregues ni te apartes/ junto al camino, nunca digas / no puedo más y aquí me quedo”.