Cuesta de otoño
El regreso del veraneo ha sido complicado por el repunte de los precios. Todo ha subido y parece no haber tocado techo.
Entre metaversos, inteligencias artificiales, falsos desnudos, piquitos rubialescos, investiduras, amnistías, pinganillos, cohetes de ricos para irse de la Tierra “cuando se vaya al carajo” y otras empanadas mentales de gobernantes, los noticieros están ocultando la nueva cuesta de otoño que rivaliza con las de enero.
El regreso del veraneo ha sido complicado por el repunte de los precios. Todo ha subido y parece no haber tocado techo: la vuelta al cole, la llamada cesta de la compra, los carburantes, las hipotecas, los suministros de los hogares… Los expertos apuntan como principales causas a la subida de tipos de interés, a la inflación y al alza del Euribor. Certifican que el poder adquisitivo de las familias se ha resentido mucho.
El desmadre del precio del aceite, blindado con cámaras, vigilantes y alarmas, es la punta del iceberg. Puede hacerse la prueba por ejemplo con el cocido, tan tradicional en nuestros pagos. Sin incluir el óleo dorado y el agua, sus ya no tan humildes ingredientes (garbanzos, tocino, morcilla, gallina, espinazo, cerdo, huesos de ternera, puerro, repollo…) han subido casi un 30% en tres años.
Algo similar ocurre con la paella, plato nacional, las sencillas lentejas o una simple ensalada de lechuga, tomate, otros ingredientes menores y sazones: sal, aceite, vinagre y alguna especia o yerbajo. No diganos si, tirando la casa por la ventana, preparamos un asado de cordero, cochinillo o cabrito y algún pescado o marisco. Hasta el congrio, tan rico con patatas y garbanzos, está por las nubes, confirman en Calatayud.
El sector del automóvil muestra que los precios de los coches nuevos ya superan a los de antes de la pandemia. Los eléctricos, tan sostenibles, no bajan ni con las medidas que pregona el Gobierno. De combustibles o ir a restaurantes y hoteles, mejor no hablar. A ver cómo subimos una cuesta tan empinada.