Cyrano: Belleza, imperfecciones... y Peter

24/03/2022 - 16:10 J. Pastrana

Joe Wright tenía dos problemas a la hora de montar su musical sobre Cyrano. El primero, la espectacular versión que dirigió Jean-Paul Rappeneau allá por 1990 con Gérard Depardieu en el papel protagonista. El segundo, que este año cualquier musical que viera la luz se las tendría que ver con la alargada sombra del West Side Story de Steven Spielberg, tan maravillosa que los mismos que antes de su estreno despotricábamos contra ella ahora la consideramos imprescindible.

Así las cosas, lo tenía crudo Wright. Por lo menos nadie vino a afearle que cambiara a Cyrano, el narizotas, por Cyrano, el acondroplásico. Y no habría sido ninguna locura en estos tiempos de excesiva y hasta desquiciada corrección política. Está claro que el cambio resta credibilidad a las dotes guerreras del personaje, pero a cambio gana a un tipo tan carismático y talentoso como Peter Dinklage, único atractivo real para acercarse al cine a ver la película.

Cyrano es un locuaz, sensible y temible soldado. Sería todo un partidazo si no fuera porque… es un enano. Eso es precisamente lo que le ha impedido declararle su amor a su querida Roxanne, convirtiéndose así en el alcalde de la zona de los amigos. Cuando ella tiene un flechazo con un apuesto y hueco soldado que está a las órdenes de Cyrano, a éste se le presentará la oportunidad de abrirle su corazón con la apariencia física que siempre deseó tener.

A ver, no es que este Cyrano sea una mala película, es que Wright no podía ser más ñoño, el pobre. Sus números musicales con panaderos y soldados haciendo coreografías imposibles resultan sosos cuando no rozan la vergüenza ajena. Una lástima. Tampoco es que haya temas especialmente memorables. Tan solo el tema  Wherever I Fall, el gran momentazo de la película, logra destacar en un repertorio que, ya sea por las propias canciones o por su puesta en escena, resulta demasiado monótono. Tampoco Haley Bennet ni Kelvin Harrison se convierten en apoyos para un Dinklage que se queda demasiado solo para defender el castillo.

Aún así, para los engreídos endebles que siempre nos hemos considerado especiales, pero injustamente tratados por una sociedad superficial, la historia de Cyrano es un clavo ardiendo al que aferrarnos con fuerza. No se puede negar el encanto de esta trágica historia de oportunidades perdidas e inseguridades asesinas, ni la capacidad que cada generación debería tener para empatizar con su propia versión de ella. No es la más brillante ni ha llegado en el mejor momento, pero Dinklage nos tiene tan acostumbrados a erigirse como una gigante frente a la tormenta, que esta versión de Cyrano ya merece existir solo para que sea él quien la protagonice.