¿De qué hablamos hoy?
Los cómicos preguntan al público: ¿“De qué hablamos hoy?”, y van proponiendo temas como la amnistía, el fútbol, los precios disparatados y asuntos más mundanos y demodés como los mariquitas, las relaciones matrimoniales con y sin sexo, los chuletones… Y se contestan a sí mismos: “¡Huy no!”.
El famoso dúo andaluz de madre barcelonesa Los Morancos ofrece en el teatro Coliseum de la Ciudad Condal el espectáculo Bis A Bis. En la función tratan de liberar al humor de la cárcel, porque -ironizan- ya no se puede hacer chistes casi de ná, sobre todo desde la llamada ley mordaza.
Los cómicos preguntan al público: ¿“De qué hablamos hoy?”, y van proponiendo temas de actualidad como la amnistía, el furbol, los precios disparatados y asuntos más mundanos y demodés como los mariquitas, las relaciones matrimoniales con y sin sexo, los chuletones… Y se contestan a sí mismos: “¡Huy no!” para desecharlos por fascistas o destructores de España, machistas, carnívoros, veganos, etc.
¡“Vamos todos (los humoristas) a la cárcel!”, dice César Cadaval. “Deberían ir los políticos. No son graciosos… y encima…roban”, sueltan durante una parodia de 100 minutos en castellano actual o español que arranca encendidos aplausos.
Una vecina turolense con hijos en varias comunidades autónomos se teme que las comidas navideñas familiares van a estar mucho más complicadas. Quizá más que las antes llamadas de empresa, hoy ampliadas a amigos, vecinos, peñas y otras colectividades.
Plantea un tanto socarrona echar mano de pinganillos en las que haya cuñados, nueras u otros comensales catalano, galaico o euskaraparlantes. Defiende que los artilugios les harían plurinacionales como a los padres de las patrias y ayudarían a limar aristas en conversaciones subidas de tono.
Mi amigo Miguel propone como método más efectivo convertir a España en una especie de Monasterio Nacional Trapense, orden religiosa que profesa voto de silencio. O de cartujos, adictos también a un silencio atronador.
Estaríamos encantados y tendríamos junto a la vacía la España silenciosa, donde sólo se oiría el vocerío de los políticos. La pena es que seguirán las teles y radios haciendo ruido.