De sapo a princesa
Puigdemont pasa de sapo a princesa y de ser un apestado se convierte en objeto de los guiños de los dos protagonistas, Sánchez y Feijóo..
Pocas veces, y perdonen si lo que voy a decir les pueda sonar a frivolidad, hemos tenido un escenario político tan interesante como el actual, con tantas posibilidades, tanta intriga, con unos protagonistas tan definidos, con unos personajes tan literarios, con unos malos tan abyectos. Bien es cierto que para apreciar el contexto hay que hacer un importante ejercicio de alejamiento del foco, de toma de distancia, hay que bajar el volumen ideológico -el propio- hasta el mínimo y tomarse la pastilla contra la disonancia cognitiva. Si no lo consiguen, tan sólo verán la viga en el ojo del rival poniendo el grito en el cielo y disimularán consigo mismos cuando asomen las contradicciones y se les noten los trucos a los suyos. Si, por el contrario, adoptan el papel del entomólogo que observa con afán científico a los insectos, podrán disfrutar de la ópera bufa, del sainete que, visto en la distancia, define el contexto actual.
Puigdemont pasa de sapo a princesa y de ser un apestado se convierte en objeto de los guiños de los dos protagonistas, Sánchez y Feijóo. Estos, como ha venido pasando desde comienzos de los años noventa, precisan de los apoyos de los partidos nacionalistas, ahora independentistas más o menos moderados. González, Aznar, Zapatero, Rajoy… todos necesitaron de sus escaños y todos concedieron deseos, atendieron a sus cartas cual reyes magos y endulzaron sus oídos. Nada nuevo bajo el sol. La vicepresidenta alborozada acude a Bruselas para encontrarse con el prófugo de Waterloo y hacerle mimos y carantoñas marca de la casa, con ese toqueteo insistente (por qué tocas) que le caracteriza, ese manoseo que, a su lado, convierte a Rubiales en un huraño introvertido. Puigdemont es peor que un infante incapaz de controlar sus esfínteres: es un resentido furioso, un actor en busca de venganza, un aspirante a Montecristo movido por el rencor, de ahí su peligro. Como adolescente político que es, adolece de sensatez, de juicio, incluso del más mínimo cálculo racional que beneficie a sus intereses. Quien se acueste con él amanecerá mojado, es lo más lógico, como ya intuyen tanto Sánchez como a Feijóo.
Por lo demás, ni España se rompe ahora por una amnistía que no tiene más recorrido político que el de los aspavientos que queramos hacer, ya que las bases del modelo disgregador se pusieron hace 45 años, ni la igualdad entre españoles está en juego, sobre todo porque no la ha habido desde que la Constitución permitió una desigualdad basada en los presuntos derechos históricos de Navarra y del País Vasco, donde por cierto han gobernado unos y otros. Menos lobos. Disfruten del cuento.