Desayunando con los Windsor
Isabel de Inglaterra fue una auténtica reina y así querdará para la eternidad, aunque su tiempo haya acabado. Se ha ido sigilosamente y ha cerrado la puerta tras ella. God save the king.
Me gustaba Isabel II, tan seria y valiente. Rica, aunque ni siquiera lo parecía. No envidié nunca su palacio lleno de corrientes de aire ni sus cinco mil sombreros ni sus desayunos sobrios, más bien me daba un poco de pena, con tantas responsabilidades y un trabajo tan solitario. Pero Isabel de Inglaterra fue una auténtica reina y así quedará para la eternidad, aunque su tiempo haya acabado. Se ha ido sigilosamente y ha cerrado la puerta tras ella. God save the King.
Los Windsor daban poca importancia al desayuno, solo al té de las cinco, y tampoco era gran cosa porque, hace años fuimos al té del hotel Dorchester, en Londres, y daban más emparedados de queso con berros que otra cosa, pero el ambiente era tan majestuoso, que merecía la pena estar allí.
Recuerdo con nostalgia los desayunos del Bosque, mermelada y mantequilla caseras bajo las parras, y los de la huerta, tan divertidos; los del jardín de San Roque con mi familia y hasta los de antes de ir al colegio, en la cocina de Guadalajara, colacao y pan frito. En Cádiz untábamos mantequilla colorá y en el Parador de Sigüenza, después de una larga noche, ponían en el buffet hasta migas con chocolate, perdían dinero con nosotros. Recuerdo los de la Terraza Carmona, en Vera, con Pedro, Isabel y Pili, los del Atrio frente a la Catedral con Pablo y Marta… los desayunos de los viajes de verano con mis primos… En Alemania daban fresas y champán, en Nueva York sándwiches de rosbif, y en Francia los mejores cruasanes. Ahora que aquellos viajes quedaron en nuestra memoria, Pedro trae un desayuno estupendo de la Irene y la prensa del día. Un lujo.
Y para lujos, con siete notas de admiración, la Banda de Músicos de Sigüenza y la preciosa serenata callejera del jueves pasado. Con un cielo atormentado y la luna casi llena buscando resquicio sobre la catedral, la Banda nos ofreció lo mejor de su repertorio en los mejores rincones. Un respeto por estos músicos que suben las cuestas soplando hasta romperse el labio, que enseñan a leer la música a los niños y jóvenes, formando a los futuros músicos de las bandas municipales y de los conservatorios, mi admiración por todos y cada uno de estos artistas que alegran la perfumada noche seguntina.
Se va Marie Claire y se acaba el verano. Au revoir.