¿Dónde estabais en los malos tiempos?


Soy un perro de caza. Decir que nos aman a la vez que nos sacan  de una ley de protección es una incoherencia que vuelve a salpicarles.

Soy un perro de caza. De esos que la futura Ley De Protección, Derechos y Bienestar Animal tiene visos de no contemplar. De excluir. De aprobarse en las condiciones actuales, esta ley no me ampara. Esta ley no es para mi protección.

Tengo compañeros perros de caza que me cuentan maravillas de sus propietarios, que les cuidan, les protegen y les atienden como a perros de casa. Para ellos salir al monte es una diversión que no tiene consecuencias, nada de lo que hagan pone en peligro su existencia, regresan a su hogar lejos de zulos o cuevas donde pasar su miserable vida.

Bajo este proyecto de ley soy consciente de que, en el momento en el que esté ejercitando el ¿deporte? de la caza, puedo sufrir cualquier tipo de trato y estará amparado. Si me dispararan por error en el ejercicio de la actividad cinegética y tardo en ser trasladado al veterinario, estará justificado; si me atacara la presa mientras defiende su vida y mi deportivo dueño no alcanzara a socorrerme a pesar de su esforzado intento de hacerlo, será legal; o si una soga se situara en mi cuello y se ajustara a las ramas de un árbol, solo supongamos, nada podrá evitarlo.

A los otros, a los perros de casa, esta ley les previene del maltrato y abandono, impulsa la adopción, promueve la tenencia y convivencia responsable con una serie de medidas encaminadas a alcanzar un nivel adecuado de protección de los animales. ¿Por qué pretenden los gobernantes que yo no esté incluido en el concepto de “animal de compañía”? ¿Por qué mis dueños no van a tener la obligación de protegerme, cuidarme y brindarme derechos? ¿Por qué no van a poder mantenerme en buen estado de salud e higiene? ¿Por qué no puedo disponer de un alojamiento adecuado? ¿Por qué no tendré las medidas necesarias para evitar la reproducción incontrolada? ¿Por qué no se me van a facilitar los controles y tratamientos veterinarios establecidos? ¿Por qué no voy a estar identificado mediante chip? ¿Por qué no se va a evitar que esté expuesto, de forma prolongada, a la radiación solar, la lluvia o el frío extremo? 

    Tirso, un amigo canino con tantas heridas de guerra en su cuerpo que no tengo claro el color de su pelaje, me dice con el ladrido tembloroso que la cacería de hoy ha sido desastrosa. Yo aún no le he contado que me he hecho un corte en la pata que no deja de sangrar y que me encuentro con un dolor de cabeza terrible, que yo he sido uno de esos que no ha estado a la altura cuando la presa me ha embestido luchando por la vida de sus crías. 

¿Dónde estabais en los malos tiempos?

Esta mañana oí hablar a mis dueños que deben realizar unas pruebas de aptitud para el ejercicio de la caza y que deben demostrar su ética, y yo, desde ese mismo momento estoy buscando incansablemente dónde se encuentra en este noble ¿deporte? el respeto al contrincante y esa ética nombrada. Decir que nos aman a la vez que nos sacan de una ley de protección es una incoherencia que vuelve a salpicarles, porque donde hay maltrato no hay derechos y sí exclusiones que solo pueden estar secundadas por intereses que se alejan del respeto hacia el medio ambiente y el bienestar animal.

No dejo de preguntarme, aquí en la rehala que es mi hogar, por qué mi destino es distinto a otros de los de mi especie sí considerados animales domésticos. La ley no me deja claro qué me hace tan diferente para que no me ampare como al resto de canes. 

Mientras oímos cómo se acercan nuestros dueños con el estridente ruido de sus botas, mi cuerpo comienza a temblar a la vez que el de mis casi treinta compañeros de rehala. Solo puedo pensar que en toda mi vida lo único que he sentido es miedo, el mismo que recorre mi cuerpo en este instante mientras aúllo a aquellos gobernantes que tuvieron el poder de hacer… ¿Dónde estabais en los malos tiempos?