Dulzura otoñal

04/10/2019 - 14:08 Marta Velasco

Leo en Nueva Alcarria que Sigüenza va a ser lanzada a las estrellas con vistas al 2023. 

Se acaba septiembre, el mes más dulce del año y, mientras enrojece la parra virgen, yo intento regresar inútilmente al verano que se fue y a todos los demás veranos. Ojalá pudiera volver a los libros de la siesta bajo la sombra de los olmos en El Bosque, a los largos viajes con amigos   o al septiembre seguntino antiguo, tomando el sol en la barbacana con el jersey puesto... El tiempo se me ha ido escapando y lamento decir que lo he perdido, aunque lo he perdido con mucha alegría. Siempre me doy cuenta de lo que valen estos ratos cuando ya han pasado, pero se acaba de inaugurar el otoño y estoy decidida a disfrutar de todo lo que Madrid nos da, que es mucho y bueno, y del silencio, el color y el olor de Sigüenza los fines de semana, antes de que llegue el frío.

He vuelto a la agradable rutina del cine de los miércoles, día para jubilados, edad de oro o del caos, y empezamos la temporada con Downton Abbey, llenazo total, los móviles a pleno rendimiento y las señoras como en el sofá de su casa, comentando la calidad de la cristalería. Película clásica, minuciosamente elegante, bien hecha, sin sorpresas, con esa ironía en los diálogos y la flema que siempre he admirado en los británicos. Ahora estoy bastante decepcionada por culpa del Premier Boris, gemelo de Trump, con el que comparte el mal gusto para el peinado. Un poco de mascarilla capilar, un par de mechas y un golpe de gomina y les quedaría la cabeza comme il faut, según me han asegurado los profesionales de mi peluquería.  Pero el estilismo de estos dos botarates es lo de menos: las ideas políticas, el machismo, las argucias de Trump en las elecciones, el Brexit de Johnson, y lo que supone para Europa, son cuestiones preocupantes.

Leo en Nueva Alcarria que Sigüenza va a ser lanzada a las estrellas con vistas al 2023. Soy seguntina y no me extraña el enamoramiento de los visitantes…Qué luz, qué calles, qué belleza de piedras, qué historia.  Paseé por la Almeda al atardecer y los árboles respiran, todavía guardan el brillo de la primavera, aunque algunos van pintándose de amarillo. Me gustaría poder describirlos como lo haría el poeta García Marquina o pintarlos como Fernández Galiano, pero me faltan habilidades.

Con un mundo políticamente tumultuoso, solo nos queda la naturaleza, nuestra madre. Raúl Del Pozo, en su artículo del viernes en El Mundo, trata magistralmente el deterioro del medio ambiente, esa forma de autodestrucción, y nos regala una reflexión del astrofísico canadiense Hubert Reeves: “El hombre es la especie más insensata, venera a un dios invisible y masacra una naturaleza visible, sin saber que esa naturaleza es el dios que él venera” …  El cuidado de nuestro planeta es un tema prioritario y es preciso que todos los esfuerzos que se hagan sean para proteger al dios que nos ha hecho crecer y progresar en este mundo maravilloso.