El conde de Tendilla: Un guía turístico en la Alhambra
El médico alemán, Münzer, dejó memoria y testimonio de una de las más relevantes personalidades del siglo XV en nuestro país: un Mendoza.
En 1494, un médico alemán procedente de Núremberg llamado Hieronymus (Jerónimo) Münzer, que también era geógrafo, cartógrafo y humanista, decidió embarcarse en un viaje para recorrer España y Portugal. Asombrado por todo lo que veía, a pesar de que ya había visitado anteriormente otros países europeos, como Italia, dejó por escrito sus impresiones y su periplo en su Itinerarium suie peregrinatio excellentissimi viri artium ac vtriusque medicine doctoris Hieronimi Monetarii de Feltkirchen ciuis Nurembergensis, un libro escrito en latín que ha sido considerado por algunos expertos como el más interesante viaje por España de la Edad Media.
El libro de Münzer, además de ser fascinante por sí mismo, nos es de gran ayuda para comprender y conocer cómo eran nuestras ciudades, edificios, y los personajes que las poblaban en aquella época, gracias a la narración del médico alemán, ya que Jerónimo también estuvo por nuestras tierras, dejando un valioso testimonio de cómo era, por ejemplo, el palacio del Infantado, el ya desaparecido palacio del cardenal Mendoza, o la cercana Sigüenza. Y es que la importancia de Guadalajara y el poder de sus Mendoza no podía pasarse por alto.
Pero hoy queremos centrar este relato en el encuentro que Münzer tuvo con el conde de Tendilla cuando visitó la Alhambra de Granada, antes de pasar por tierras guadalajareñas. Íñigo López de Mendoza y Quiñones, I marqués de Mondéjar y II conde de Tendilla, fue una figura clave en la conquista del reino de Granada. Ayudó a los Reyes Católicos con dinero, soldados y provisiones, participando de una manera activa en dicha conquista.
Íñigo López de Mendoza, II Conde de Tendilla y I Marqués de Mondéjar. (1440-1515). Museo del Prado.
El prestigio que fue obteniendo ante los Reyes Católicos hizo que éstos le enviaran como embajador a Italia ante el papa Inocencio VIII. Entre otros asuntos, el conde consiguió del papa el reconocimiento de los hijos ilegítimos de su tío, el cardenal Mendoza.
Con la rendición de Granada en 1492, y como agradecimiento a la ayuda prestada, Íñigo fue investido por los católicos monarcas con el cargo de alcaide de la Alhambra y con el de capitán general del reino de Granada.
En octubre de 1494, Jerónimo Münzer se presentó, junto con algunos acompañantes, ante el conde para conocer la Alhambra, una de las joyas de la monarquía. El conde de Tendilla lo recibió en su palacio, el cual era “soberbio y suntuoso” según el médico, y, tras leer la carta de recomendación que Münzer traía del alcaide de Almería, dio a sus visitantes una “admirable acogida”. El viajero se sorprendió de la cultura y la educación que poseía el conde, pues conocía perfectamente el latín y pudieron comunicarse en esta lengua. Y es que, durante siglos, el latín fue la lengua universal que las personas cultas aprendían y con la que se comunicaban con gentes de otros países, igual que ocurre con el inglés actualmente.
Nuestro Mendoza dejó muy sorprendido a Münzer al hacerle sentar “sobre alfombras de seda, mandando traer confituras y otras cosas”. Había lujo por todas partes. Pero el conde no terminó ahí su amable recibimiento al distinguido huésped, sino que se convirtió para él en un auténtico guía turístico mostrándole todos los rincones de la Alhambra y contándole la historia de cada uno de ellos, así como sus leyendas, y respondiendo a todas las dudas que le planteaba el médico. Münzer estaba encantado con los conocimientos tan grandes que demostró tener el conde durante esta visita tan especial.
Reproducimos algunos de los fragmentos que Münzer dejó por escrito: “Tomando el refrigerio, en propia persona nos condujo al alcázar real, con una admirable comitiva de soldados. [...] No creo que haya cosa igual en toda Europa. Todo está tan soberbio, magnífico y exquisitamente construido, de tan diversas materias, que lo creerías un paraíso. [...] El conde nos acompañó siempre en persona, y él mismo nos explicó todas las cosas”.
Página del manuscrito de Hiieronymus Münzer con su Itinerarium siue peregrinatio.
Para que continuaran su camino de la forma más agradable posible, el “generoso conde” les regaló avena, vino, pan, gallinas y perdices. Como escribe el propio Münzer, “no podemos corresponder a aquella magnificencia; pero ante el rey y nuestros príncipes la glorificaremos”.
Y así hizo el médico alemán, dejando memoria y testimonio de una de las más relevantes personalidades del siglo XV en nuestro país: un Mendoza.