El drama de la guerra
En la guerra derivada de la invasión rusa de Ucrania, pase lo que pase en el futuro, todos han perdido ya.
Invitado por la Asociación de la Prensa de Guadalajara, quien amablemente me ofreció participar, el pasado martes intervine en la mesa redonda que, sobre la guerra de Ucrania, organizó la veterana asociación provincia de periodistas. Coincidiendo con su X Ciclo de Otoño, presentada por su presidenta, Mar Corral, y moderada por Luis Vázquez, reputado periodista de RNE, la mesa abordó desde diferentes prismas la catástrofe que toda guerra supone, esta en particular. Fidel Raso, veterano periodista gráfico, premio Manu Leguineche en 2016, y Braulio Carlés, sacerdote y presidente regional de la Comisión Católica de Migraciones (ACCEM), cada uno desde su ámbito -la experiencia como corresponsal en la zona y el trabajo con los emigrantes llegados a nuestra tierra desde Ucrania, respectivamente-, repasaron los antecedentes históricos y dieron datos sobre la dura situación de los refugiados, lanzando al público no pocas e inquietantes cuestiones.
En la guerra derivada de la invasión rusa de Ucrania, pase lo que pase en el futuro, todos han perdido ya. Han perdido los ucranianos que han visto cómo la destrucción se cernía sobre su territorio, cómo se arrasaban sus infraestructuras, sus tendidos eléctricos, sus depósitos de agua, cómo se demolían sus viviendas a golpe de misil. Rusia ha violado sistemáticamente el derecho internacional y el derecho humanitario. No sólo la invasión en sí de un país soberano supone un atropello intolerable, sino que el uso de la tortura, los malos tratos a los prisioneros, las ejecuciones sumarias, la violación de mujeres o las deportaciones masivas de niños a Rusia, por no seguir poniendo ejemplos, suponen una ingente cantidad de crímenes de guerra por los que deberá responder en el futuro. Incluso aunque, como todo parece indicar, las perspectivas en el campo de batalla les sean favorables a los ucranianos, nadie devolverá las vidas de tantos jóvenes muertos, nadie recuperará tantos proyectos vitales malogrados. Y también los rusos, el pueblo ruso que tiene que sufrir la acción enloquecida de sus gobernantes, con Putin a la cabeza, padecen y padecerán las sanciones, el declive de su economía, la falta de derechos y libertades, y sus decenas de miles de muertos, por supuesto.
Europa consiguió décadas de paz, finalizada la segunda guerra mundial, tras llegar al convencimiento de que no debían tocarse las fronteras. Alemania jamás ha reclamado sus territorios de la Prusia Oriental, el actual Kaliningrado ruso, pese a tener sobradas razones para hacerlo, porque mover la fronteras equivale a hacer sonar los tambores de guerra, y esta es una actividad propia de dictaduras como la de Putin, empeñada en imponerse por la fuerza bruta. En juego está su derrota. Todos debiéramos presionar a nuestros respectivos gobiernos para apoyar a Ucrania. Nos va mucho en ello.