El fuego que nos lleva


El gato Coco fue el último ser vivo rescatado tras el incendio. Salvó su vida subiendo al piso número 13, dos por encima de su hogar. Y se refugió en el mejor lugar que pudo encontrar, 

Las imágenes de un edificio en llamas en el barrio de Campanar en Valencia conmocionaron al país. Durante dos horas y media, una pareja, atrapada en uno de los balcones del octavo piso, se movía sin descanso intentando no quemarse y ser socorridos por los bomberos, cada uno por su lado. Cuando les rescataron y fueron entrevistados por los medios de comunicación declararon que en ningún momento se habían abrazado porque eso hubiera significado aceptar un destino que no era el suyo. En ese instante, pensé en todos los seres vivos que no iban a tener la oportunidad de ser abrazados cuando la inhalación de humo o las llamas acabaran con su vida, entre ellos, los animales de compañía que allí habitaban.

Sorprendida, contemplé la riada de informaciones que se estaban produciendo mientras las llamas devoraban el edificio entero, y, en esta ocasión percibí un cambio en el trato a los animales de compañía. Se mostró preocupación por su situación, se hizo palpable en los testimonios de aquellos que miraban las llamas con lágrimas en los ojos. 

Cuando cierro la puerta de mi hogar dejo dentro a mi familia animal, con la que comparto la vida. Por ese motivo he buscado métodos para poder estar tranquila y, en el caso de ocurrir una tragedia, que las fuerzas de seguridad del Estado sepan que en mi hogar hay animales a los que rescatar y salvar. Por ejemplo, llevar en mi cartera los datos de mis animales y el contacto de un familiar a su lado; también, colocar un cartel en la entrada del hogar e informar debidamente de los animales a rescatar. Sin embargo, observando la realidad soy consciente de que el mejor método es el vecinal. Informarse los unos a los otros parece ser una alternativa viable, como sucedió en el barrio de Campanar. Varios afectados en el incendio de Valencia lamentaron el animal muerto de sus vecinos porque la convivencia crea lazos y proporciona estos cuidados.

La pérdida de una sola vida es demasiado, las ocurridas aquel día, injustificables. Y en el recuerdo quedan todas aquellas personas que arriesgaron su vida por salvar a otros. En especial, el cuerpo de bomberos, que siempre está cuando se le necesita. Sus miembros alientan, cuidan y protegen a los que tienen puestas sus esperanzas en ellos. Nos dieron, nuevamente, una clase magistral de cómo se debe actuar. Ellos, junto al resto de fuerzas de seguridad del estado y civiles actuaron en conjunto para salvar a cada uno de los seres vivos que encontraron rastreando el edificio. 

El gato Coco fue el último ser vivo rescatado tras el incendio. Salvó su vida subiendo al piso número 13, dos por encima de su hogar. Y se refugió en el mejor lugar que pudo encontrar, aquel donde los bomberos conectan sus mangueras. Ocho días pasaron hasta que fue hallado por el equipo que supervisaba las instalaciones. El emotivo encuentro con Andrea, su dueña, conmovió a todas aquellas personas que hemos lamentado las casi noventa desapariciones de animales denunciadas por los propietarios tras el incendio. Son las otras víctimas. 

En el año 2018, la artista Elena Nogueroles donó a la ciudad de Valencia un grupo escultórico llamado “Callejeros”, en el cual, en representación de los perros y gatos de la ciudad en esa situación, visibilizaba el sufrimiento que el abandono provoca en los animales. Nunca debió imaginar que, tras el incendio de Campanar, su escultura iba a ser el lugar donde homenajear a los animales de compañía que no habían tenido la suerte de sobrevivir al incendio del fatídico 22 de febrero.