El pecado de la carne

15/01/2022 - 15:58 Antonio Yagüe

Hay programas televisivos de posibles emparejamientos donde enseguida se inquiere a la cita si tiene mascota, le gustan los toros y consume carne.

En mi infancia rural admitíamos en catequesis que el demonio y el mundo (con algunas dudas) fuesen enemigos del alma. Lo de la carne, nos desconcertaba. El tío Samuel nos lo medio explicó a su manera, concisa y machista como era casi todo entonces: “Las tías, parecéis tontos”.  Entonces, “la carne” era una referencia inequívoca al sexo y no digamos los improbables ‘filetes’ en guateques y bailes populares, con distancias y vigilancias para que ninguna pareja se escurriera de la pista.

Hoy mueve a sonrisa compasiva en este revoltijo de valores donde avanza la plurisexualidad y el desdén hacia la carne, en aquellos tiempos más objeto de deseo primario que erótico. Cuentan que en algunas familias o lo que sea se han impuesto las barbacoas mixtas, mitad veganas/mitad chuleteras. En recientes cenas navideñas las abuelas han hecho encaje de bolillos para contentar a amantes de solomillos, chuletones o callos y a posmodernos abanderados por un ministro anticárnico en campaña sin tregua sobre las perversidades de los alimentos de origen animal.

Hay programas televisivos de posibles emparejamientos donde enseguida se inquiere a la cita si tiene mascota, le gustan los toros y consume carne. Lo último lleva camino de considerarse sinónimo de maltratador de “seres sintientes”. Un pecado moderno. Algunos defienden que todos los animales (incluido el hermano lobo) son domesticables. Ya no hay razas caninas agresivas, aunque algunas fueran recreadas con ese fin. A este paso, pronto los niños no podrán admirarse de los animales salvajes en los zoos y menos todavía en circos.

En un país en campaña electoral permanente, como el celo en el ser humano según el Arcipreste de Hita, cualquier tema que divida a la sociedad salta a la arena política impulsado por tertuli-asnos, influencers de pacotilla, raperos de medio pelo o “artistas” a los que falta o sobra un hervor. 

Los politólogos no tienen claro el encaje  de estas posiciones presuntamente ideológicas. Atentos a las elecciones en la vecina Castilla del Norte, donde algunos aventuran un batacazo a las formaciones de la llamada España Vaciada. “Cuando escasean las ideas, florecen las tonterías”, advertía un maestro.