El silencio de los cencerros

20/02/2021 - 16:18 Antonio Yagüe

El cencerro crea un paisaje sonoro en declive pero inconfundible en nuestros campos y pueblos con reses yendo y viniendo a las parideras. 

La pandemia no ha podido con los cencerros políticos del noreste. Pero los ha enmudecido en carnavales tan mágicos como los Diablos de Luzón, una tradición ancestral a golpe de cencerro, con cuernos y hollín, que parece sacada de una película. Algo parecido ha ocurrido en otros pueblos castellanos, extremeños, asturianos, aragoneses, vascos y navarros, donde perviven estos desfiles con su estrepitosa melodía llena de historia, misterio y supersticiones.

El cencerro crea un paisaje sonoro en declive pero inconfundible en nuestros campos y pueblos con reses yendo y viniendo a las parideras. Utilizado desde antes de Cristo por los pastores para localizar y vigilar sus rebaños, costará oírlos durante esta primavera. Museos de la Ganadería, como el de Checa, muestran colecciones de zumbas para vacas, de boca estrecha para ovejas (se mueven menos y así suenan a la menor agitación) o de boca ancha para inquieta cabra. Cada uno, afinado con el sonido identificador del ganadero.

Los tiempos tampoco son buenos para esta artesanía declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad en 2015 a propuesta de Portugal. Cada vez quedan menos fabricantes, porque ha caído la demanda por la estabulación ganadera y la invasión de cencerros digitales a precio tirado y con prestaciones cibernéticas mayores. Los tenderos cuentan que hoy mayormente se adquieren para decorar, regalar o despabilar a nietos curiosos. 

Tampoco se usan ya para bromas picaronas colocándolos debajo del jergón de recién casados o parejas invitadas. Ni para dar la murga en crueles cencerradas a viudos y mozos que se negaban a abonar el vino y otras costumbres añadidas a los del pueblo de la novia. Los colgaban en la puerta y, atados en una soga hasta la casa de enfrente, los movían para mantener en vela a novios y familiares. Incluso los seguían con su latoso sonido hasta la Iglesia.

Algunas cencerradas acabaron en tragedia tras disputas con armas. Era frecuente la intervención de la Guardia Civil. En un pueblo serrano los mozos irrumpieron en el baile de la Casa del Lugar con una yunta de mulas arrastrando un trillo. Mejor que sean historia.