En cautiverio


El zoo se define como un centro de exhibición y exposición de animales extraídos en contra de su voluntad de su hábitat natural para destinarlos a vivir su vida en cautividad, en espacios restringidos, decorados a capricho para ilusión de sus visitantes.

Las noticias de la mañana informan, con júbilo, del nacimiento de tres cachorros de león asiático en el Zoo alemán de Frankfurt. Cómo si de una fiesta se tratara, se expresa con una alegre sonrisa a lo largo del noticiario. A las dos semanas se informa del traslado desde China de dos osos pandas gigantes al Zoo Acuario de Madrid. Durante diez años serán exhibidos, como si de muñecos de peluche se tratara, en sustitución de la familia de osos anterior que habían sido exhibidos desde 2007. 

Los zoos, en la actualidad, siguen siendo lo mismo que han sido siempre, pero con una campaña de marketing renovada. En sus páginas web se pueden leer palabras como “conservación”, “educación”, “hábitats naturales”, o “sostenibilidad”. En contraposición, palabras como “recuerdos”, “tiendas”, y con la excusa comercial de que la celebración del cumpleaños de tu hijo es una ocasión muy especial, planean una experiencia inolvidable para que la exhibición del animal en un -aseguran- hábitat natural, sea aún más estresante rodeados de velas, globos y cánticos cumpleañeros de lo que ya de por sí es su vida cada día en sus instalaciones. Evidenciando que lo importante no es animal, ni su conservación, ni su protección, sino que el negocio siga funcionando y sea lo más rentable posible, pese al animal que pese. 

El zoo se define con la puesta en marcha de sus actividades, un centro de exhibición y exposición de animales extraídos en contra de su voluntad de su hábitat natural para destinarlos a vivir su vida en cautividad, en espacios restringidos, decorados a capricho para ilusión de sus visitantes y alejados de las características de los que provienen. Un hábitat donde la búsqueda de alimento supone un ejercicio no solo físico sino mental y parte fundamental de su desarrollo como especie, y no podrá ser replicada; tampoco replicará la estructura social de las relaciones con los de su especie, que en algunas ocasiones son grupales por los fuertes lazos sociales dentro de sus grupos familiares y, en otras, es la de vivir en solitario. En ningún caso simulando el modelo familiar humano. Intentar emular el clima es un acto ambicioso, la adaptación de determinadas especies a países absolutamente diferentes al de su origen, les genera importantes enfermedades, que unidas a las provocadas por su continua exhibición ante el público los llevan a debilitar su sistema inmunológico con infecciones y contagios que acaban mermando su calidad de vida, o la vida misma.

Es momento de que los zoos dejen de excusarse en la conservación, educación e investigación para definir sus objetivos, y expongan la realidad en la que se hayan inmersos: la exhibición de animales sacados de su entorno natural por un beneficio económico. Sumar especies en sus instalaciones es la práctica habitual, la que genera más ingresos. Dejemos de romantizar e idealizar un espacio que es sufrimiento para cada animal que allí habita. Es necesario su transformación en santuarios o centros de recuperación, donde el dolor y la tristeza no se vean reflejados en las miradas de sus habitantes no humanos alejados de sus familias, obligados a reproducirse para dar continuidad en sus hijos con la esclavitud a la que ellos ya están sometidos, y para no pensar en qué momento volverán a ser mercancía. Me pregunto hasta cuándo el privar de libertad a un ser vivo va a seguir siendo motivo de celebración y divertimento para otros.