En el antiguo Hotel Palace en la plaza de Santa Clara
El Convento de Santa Clara se caracterizaba por su amplitud y su precioso claustro. Era la actual manzana que ocupan las calles de los Tenientes Figueroa y Gonzalo Herranz, la calle Ingeniero Mariño, Francisco Cuesta y por último la calle Miguel Fluiters.
En el año 1299, la Infanta Isabel, hija de Sancho IV y María de Molina, adquirió unas casas en la zona de la iglesia de San Andrés y sus terrenos los cedió a la comunidad cristiana de Santa Clara. Allí comenzó a construirse la iglesia y el Real Convento de Santa Clara de Guadalajara.
El Convento de Santa Clara se caracterizaba por su amplitud y su precioso claustro. Para hacernos una idea de la magnitud del centro eclesiástico, era la actual manzana que ocupan las calles de los Tenientes Figueroa y Gonzalo Herranz, la calle Ingeniero Mariño, Francisco Cuesta y por último la calle Miguel Fluiters.
En el siglo XVIII acontecimientos como la Guerra de Sucesión, la Guerra de la Independencia y por último la Desamortización de Mendizábal trajeron consigo el declive de la Congregación Clarisa en Guadalajara. En el año 1912 las pocas hermanas que quedaban en el Convento se trasladaron al Monasterio de la localidad valenciana de Canals.
La Congregación de Santa Clara vendió los terrenos del convento a don Álvaro de Figueroa y Torres, conocido por su título nobiliario de conde de Romanones. El conde de Romanones cedió la iglesia al Ayuntamiento de Guadalajara para crear la parroquia de Santiago, vendió parte de los terrenos a la Delegación de Correos y Telégrafos para construir su sede principal y por último solicitó licencia al Consistorio de Guadalajara para construir un lujoso Hotel en la Calle Mayor Baja con vuelta al callejón de los Hurones. Las obras fueron encomendadas al prestigioso arquitecto López, el cual había construido diversos palacetes, casas señoriales y edificios institucionales en la Gran Vía de Madrid. El Complejo del Hotel Palace fue inaugurado en 1915 y se convirtió en un referente de la sociedad arriacense ya que disponía de habitaciones con aseos y servicio telefónico, lugar de tertulias culturales, sesiones de bailes en días festivos señalados y un amplio bar con restaurante incluido para todo tipo de celebraciones. Durante la Ferias y Fiestas de otoño de Guadalajara, el Hotel Palace era el escogido por los toreros en los días de las celebraciones de los festejos taurinos. Antiguamente existía la tradición de que dos horas antes del comienzo de la corrida de toros en el Coso de las Cruces, partía desde la antigua plaza de Santa Clara un cortejo festivo formado por los alguacilillos, los toreros intervinientes en la corrida de toros y la banda de música que amenizaba el festejo taurino. Tras recorrer la calle Mayor y el paseo de las Cruces, acompañados por el público que iba a asistir a la corrida de toros, llegaban al interior del coso taurino entre los aplausos del público que se encontraba en los tendidos.
Una vez finalizada la Guerra Civil, el Hotel fue reformado tanto en su interior como en su fachada, pasándose a llamar de manera definitiva como Hotel España. Igualmente la propiedad del establecimiento de hostelería pasó a manos del empresario local Pedro García del Amo, siendo ayudado por su hijo Pedro García del Pino, considerado como uno de los mejores cocineros de España. Uno de los días con mayor ajetreo en el Hotel España era los martes de mercado, ese día numerosos agricultores y ganaderos se arremolinaban en los alrededores del establecimiento para vender sus productos y cerraban sus tratos en el bar del hotel.
El final del Hotel España llegó en el verano de 1967; sus propietarios derribaron el edificio y los terrenos fueron vendidos a la dirección de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, Aragón y Rioja para instalar en Guadalajara su sede principal.