
Es imposible y forzoso
En las postrimerías del siglo XVI, una dama burgalesa se afincó en Torrejón del Rey. Los bulos, en su caso, contribuyeron a alimentar la leyenda negra de Felipe II: Su nombre era Isabel Osorio.
En las postrimerías del siglo XVI, una dama burgalesa se afincó en Torrejón del Rey, municipio que hoy forma parte de nuestra querida provincia de Guadalajara. Su llegada estuvo acompañada de una sospecha, la de haber sido amante del monarca. Su divisa, «es imposible y forzoso», pareciera un resumen de su vida, la cual se vio envuelta en una de las principales amenazas de la buena política: los bulos, que en su caso contribuyeron a alimentar la leyenda negra de Felipe II. Su nombre era Isabel Osorio.
Señora de patrimonio propio, lectora de humanistas y figura incómoda en la corte, los detractores de Isabel Osorio la tacharon de «puta del rey». No es de extrañar, pues mientras los hombres eran -y son- juzgados por su poder y sus hazañas, las mujeres lo eran -y siguen siendo- descalificadas mediante suposiciones morales. Y es que la sexualidad ha sido una de las herramientas más eficaces para desacreditar a las mujeres.
Descendía por parte de padre de una poderosa familia de judeoconversos, motivo por el que quizá decidiera adoptar el apellido materno, Osorio, de más abolengo castellano viejo. Tras quedar huérfana siendo apenas una adolescente, recibió de su tía Ana Osorio una educación culta y erasmista, que se refinó aún más al entrar en la corte; primero como dama de la emperatriz Isabel de Portugal y después de la muerte de esta, de las infantas María y, sobre todo, Juana.
Durante varios de los años centrales del siglo XVI, las infantas residieron en localidades como Toro y Alcalá de Henares, donde Isabel coincidió con el entonces adolescente príncipe Felipe, iniciándose un romance que se prolongaría más de dos décadas. Ciertamente, Felipe II tuvo numerosas amantes a lo largo de su vida, pero las prebendas, las haciendas y el trato dispensado a Isabel Osorio evidencian el lugar especial que ocupó en el corazón del soberano. A pesar de haber tenido hijos en común, la política matrimonial de los Austrias, unida a la condición de Isabel de pertenecer a la pequeña hidalguía y tener origen judío, hacían imposible su unión en matrimonio.
Aunque hay quien afirma que la relación se rompió definitivamente tras la boda de Felipe con la princesa gala Isabel de Valois (celebración que tuvo lugar en el soberbio Palacio del Infantado de Guadalajara), también hay historiadores, como Aurelio García López, que sostienen que ambos siguieron viéndose en la casa que Isabel adquirió en Torrejón del Rey. Nunca llegó a casarse, y allí vivió los últimos años de su vida en compañía de su supuesto sobrino, Pedro de Velasco, a la sazón heredero de su mayorazgo, y casi con toda seguridad hijo suyo… e hijo bastardo del rey Prudente.
Danae recibiendo la lluvia de oro (1560-1565).Tiziano. Museo del Prado.
Algunos especialistas aseguran que en distintos cuadros de temática mitológica (y erótica) que el monarca encargó al pintor de moda de la época, Tiziano, el rostro de Dánae es la de Isabel Osorio. Asimismo, se ha sugerido que la pintura de Venus y Adonis es una representación de la pareja. Pero la presencia artística de Isabel Osorio no acaba ahí, pues ya en tiempos presentes, la periodista y escritora Mari Pau Domínguez le dedicó una novela titulada Una diosa para el rey, en la que la autora relata que Felipe la sintió como su esposa y que entre ellos había una fuerte coincidencia intelectual.
Buena parte de su existencia la pasó en Saldañuela (Burgos) y sus contornos. Ahí, junto a una torre del siglo XV, mandó construir un edificio renacentista que reflejaba el poder y riqueza que ostentaba -gracias a los favores reales-, y donde llevó una vida de cierto recogimiento, que no de austeridad. Sin embargo, por diversos motivos y posiblemente a causa de algunos conflictos, acabó trasladándose a Torrejón del Rey, donde todavía se conserva la «casa grande», situada en la plaza del pueblo, enfrente de la iglesia.
Para ampliar la vivienda, Isabel Osorio compró un solar al concejo torrejonero, lo que ocasionó que una de las puertas de entrada y varias ventanas del domicilio del cura quedaran taponadas. Esta circunstancia dio lugar a una serie de pleitos que finalmente dieron la razón al sacerdote. No obstante, la reforma no fue pequeña, pues junto a la casa original, se levantó otra edificación y se añadió un jardín con su correspondiente pozo. Sin duda, para ella sus palacetes constituían una forma de distinción social.
En 1589 falleció y sus restos mortales embalsamados por una cuestión de salubridad (se dice que sus vísceras fueron enterradas en Torrejón del Rey) fueron trasladados al convento de frailes trinitarios que años atrás había dispuesto construir en sus dominios burgaleses, concretamente en Sarracín. Quiso ser enterrada en una capilla propia, como hacían los grandes nobles castellanos. No fue reina, pero tampoco una más.
Desde Flandes, el príncipe de Orange difundió por Europa, a través de su obra Apologie (1581), la conocida leyenda negra de Felipe II, propagando barbaridades como que había asesinado a la reina Isabel y al infante don Carlos, o instrumentalizando su relación con Isabel Osorio para acusarlo de bígamo. Estos chismes buscaban minar la autoridad del monarca, pero también contribuían a socavar la reputación de las mujeres implicadas en una época en la que las infidelidades conyugales masculinas eran toleradas, pero no las femeninas, reales o supuestas. Por cierto, en la corte, Osorio simpatizaba con la facción de Éboli y mantuvo una estrecha amistad con Ruy Gómez de Silva, figura muy vinculada a Antonio Pérez, quien también coadyuvó desde su exilio a forjar la ya mencionada leyenda negra. Pero eso, como suele decirse, es harina de otro costal.
Muchas veces la historia nos obliga a mirar el presente, ya que los bulos no son cosa del pasado. La desinformación debilita la capacidad de las personas para adoptar decisiones racionales. Si no hay decisiones informadas y libres, no hay democracia real. La divisa con la que Isabel Osorio aparece representada en los emblemas morales (1610) de Sebastián de Covarrubias -recuerdo: «es imposible y forzoso»- manifiesta la tensión entre lo que no se puede hacer y lo que, empero, es necesario. En este sentido, considero que solo desde el legado ilustrado -el que cree en la razón, en la dignidad humana y en los derechos universales- puede construirse una democracia que no sacrifique a unas personas para contentar a otras.
Por eso mismo, podemos condenar los atentados de Hamás a Israel y, al mismo tiempo, condenar el exterminio que el gobierno israelí está perpetrando sobre la población gazatí. La libertad ha sido siempre la máxima aspiración de la humanidad y esta no puede alcanzarse sin igualdad, por lo que en tiempos inciertos asumir lo imposible como ineludible tal vez sea el gesto más valiente y más urgente.