Escuela de Folklore: 40 aniversario
Coincidiendo con la celebración del 40 aniversario de la Escuela de Folklore, recordamos la tarea de este centro de la Diputación de Guadalajara, su implantación en la sociedad, sus logros conseguidos y los retos que tiene por delante.
La Escuela de Folklore de la Diputación de Guadalajara celebra su 40 aniversario, una cifra importante ya, para un centro entregado a la difusión de nuestra cultura tradicional, especialmente centrado en la enseñanza, en el mantenimiento de diversas aulas y talleres en las que se han formado y se siguen formando muchos alumnos y alumnas -músicos, danzantes y artesanos-, que han elegido este centro para aprender a cantar y bailar, para tocar muy variados instrumentos y para practicar antiguas labores artesanas.
La base de esa actividad se encuentra en la documentación, pues uno de los retos que el centro se planteó, desde el principio, fue el aprender de nuestros maestros; y nuestros maestros y maestras estaban en las gentes sencillas de nuestros pueblos y en los barrios populares de nuestras ciudades, en los cantadores de nuestras rondas, en las mujeres que nos transmitieron sus cantares de cuna y sus romances, en los antiguos gaiteros, cuya memoria apenas existía ya, salvo en el recuerdo de los más mayores que habían bailado los pollos, milanos y jotas, animados por la gaita y el tamboril, en sus días festivos y juveniles; nuestros maestros fueron los guitarreros y los tañedores de laúd y bandurria, los zambomberos del Alamín y Budierca, los almireceros de la Alcarria y los pandereteros de Pastrana y Moratilla de los Meleros, los rondadores del 30 de abril cumplido, en las noches serenas de Sierra Molina. Allí estaban nuestros maestros y de allí aprendimos. Porque aún llegamos a tiempo de grabar a algunos hombres y mujeres bailando la jota, los pollos y las mazurcas, porque fuimos a las fuentes del saber popular, de unos sabios que, por aquel entonces, empezaban a valorarse un poco, después de haberse visto ninguneados por las culturas oficiales, como si su cultura no tuviera derecho a ocupar el lugar justo y digno que ahora empieza a ocupar en la provincia, apoyada por la institución provincial que la mantiene, desde hace ya cuarenta años.
Un momento de la muestra de bailes. Foto: José Antonio Alonso.
Sí, llegamos tarde a muchas cosas, porque nuestros medios y energías no daban para más, pero llegamos a tiempo de fijarnos en los antiguos artesanos y artesanas que aún quedaban activos: alfareros, sastras, cesteras, bolilleras, carpinteros, bordadoras... Y llegó un momento que la Escuela, sus aulas y talleres se convirtieron en espacios donde se compartían y se comparten saberes, técnicas y artes populares. Los maestros estaban allí ya. La gente llevaba a clase las prendas de los viejos baúles, los antiguos instrumentos y juguetes populares, las plantillas de los bolillos de la abuela, los cacharros de barro, los viejos cestos, las cantareras y los almireceros y vasares. Y llegó un momento en que se vio la necesidad de restaurar ese patrimonio material y de esa necesidad surgió el Taller de Restauración, que tantas piezas ha salvado del olvido y de la penumbra de los desvanes, de los xilófagos y del fuego destructor; muchas de esas piezas están ahora en los museos, en las colecciones particulares y son testigos de nuestro pasado agrario y ganadero, de nuestros ritos y de nuestra forma de ser.
La base de la enseñanza reside en el Archivo de la Escuela, formado por decenas de grabaciones de trabajo de campo de audio y vídeo, ya digitalizadas, ediciones discográficas comerciales en diverso formato, cientos de imágenes de artesanía, una amplia biblioteca formada fundamentalmente por publicaciones etnográficas de la propia Diputación, donaciones de particulares y otras fruto del intercambio con centros de formación similares y museos de toda España.
Para preservar y mejorar el legado de nuestros mayores ha sido necesario adaptar las artes populares a los nuevos tiempos: en música y danza, por ejemplo, pasar las melodías a partitura y utilizar el lenguaje de solfeo en las clases, amplificación de los instrumentos musicales en las demostraciones públicas, e incorporar nuevas técnicas de aprendizaje; en artesanía aprovechar los avances técnicos, sin menoscabo de las técnicas artesanales, como la introducción de tornos y hornos eléctricos, cierta maquinaria básica de carpintería y el montaje del taller de Restauración en Alovera, que permite restaurar el patrimonio etnográfico material en las condiciones adecuadas.Participantes en la muestra de baile y pasarela de indumentarias. Foto: José Antonio Alonso.
La actividad del núcleo central reside en la Escuela de Guadalajara capital, pero también se ha extendido a otros lugares de la provincia como el mencionado taller de Alovera y otros derivados de la firma de convenios con los ayuntamientos de Molina de Aragón (Dulzaina, Técnicas decorativas en cerámica y Alfarería) y Sigüenza (Dulzaina).
La convocatoria anual de la campaña “Nuestra Tierra, Nuestra Cultura” supone también el acercamiento a los núcleos de población que solicitan las subvenciones de las especialidades impartidas en la Escuela, a la que se añaden algunas otras muy interesantes como la de Cuentacuentos y otras formas tradicionales de narración o la de Herrería.
La actividad docente de la Escuela se extiende también a otras tareas complementarias como visitas a/de centros docentes, realización de semanas de cultura tradicional, demostraciones públicas de baile y danza, música y artesanía, exposiciones, publicaciones propias, conferencias, etc., y se complementa con la actividad de otros departamentos de Diputación: del Servicio de Cultura –Centro de Cultura Tradicional, que incluye la Posada del Cordón, en Atienza, publicaciones como la revista “Cuadernos de Etnología de Guadalajara” o el Calendario de Fiestas Tradicionales-, o del Servicio de Turismo, -CITUG y fomento del turismo etnográfico-.
Vista parcial de la Exposición de Artesanías. 40 aniversario. Foto: José Antonio Alonso.
De aquellos primeros tiempos de sus inicios, en 1984, han cambiado muchas cosas en la sociedad, y también en la tarea docente de la Escuela. Nuestras gentes han ido valorando, paulatinamente, las manifestaciones de la cultura tradicional que ahora está considerada como un patrimonio protegido que, entre todos, debemos conservar y difundir, adaptado para los nuevos tiempos de la era digital. Hay tarea por delante, pero la Escuela de Folklore tiene un equipo joven y dinámico con ganas de seguir afrontando el reto. ¡Larga vida a la Escuela de Folklore!