Esperando a los bárbaros
La criminal invasión de Ucrania por parte de Putin es un signo claro de barbarie. Brotan entre nosotros geoestrategas a sueldo de Moscú con apariencia de imparciales, de pacifistas de salón que abogan por el alto el fuego como si eso fuera a devolver a Rusia a sus fronteras.
Qué leyes van a hacer los senadores, por qué esta inacción en el Senado, qué esperamos congregados en el foro, se preguntaba el poeta griego Constantino Cavafis en uno de sus más conocidos poemas. Esperar a los bárbaros, cuando se estaba desmoronando el Imperio Romano, era la única posibilidad. Y mientras llegaban, la descomposición política, la corrupción sistémica y la ineptitud de los gobernantes seguía actuando, socavando los cimientos de la sociedad. Hoy, como en los versos de Cavafis, los bárbaros nos rodean, están cerca, incluso entre nosotros, plagados como estamos de quintacolumnistas financiados por Bizum. En el ámbito internacional, los regímenes liberales se hacen fuertes y despliegan su fuerza bruta por el mundo. La criminal invasión de Ucrania por parte de Putin es un signo claro de barbarie. Brotan entre nosotros geoestrategas a sueldo de Moscú con apariencia de imparciales, de pacifistas de salón que abogan por el alto el fuego como si eso fuera a devolver a Rusia a sus fronteras.
Recuperó Jarvier Cercas en sus Soldados de Salamina, aquella frase atribuida a Oswald Spengler en La decadencia de Occidente: “Al final es siempre un pelotón de soldados el que ha salvado la civilización”, la cual, si bien no es cierta, pues la realidad es mucho más compleja, no deja de resaltar la voluntad de los valientes para luchar contra cualquier tipo de autoritarismo. Hoy la civilización está en juego en las calles de Bajmut, en la reconquista del Dombás, frente a las tropas mercenarias de Wagner, asesinos a sueldo sin más ideología que la brutalidad del poder sin contención, frente a las tropas reclutadas por Putin para imponer su retorcida visión del mundo. Debemos apoyar a nuestros soldados, a los combatientes ucranianos, porque son nuestra última trinchera, porque cada metro cuadrado que ganen los enemigos de la libertad será territorio perdido.
Pero también los tenemos cerca, gente como usted y como yo, que embisten en vez de pensar, que se adaptan a las normas democráticas por obligación, no por convicción. En vez de esperar a los bárbaros, nuestro particular Senado les da la palabra, que siempre sea bienvenida. Una vez más se notan las costuras rotas de nuestro sistema, que permite entretenimientos vacuos como el de una moción de censura que no tiene la más mínima posibilidad de prosperar. Se ha exagerado tanto, se ha inflamado tanto, que hay quienes piensan que hay que desalojar como sea a quien gobierna, acusándolo de carecer de la más mínima legitimidad. Mientras nuestro pelotón de soldados intenta retener a los rusos hoy, quizá a los chinos mañana, aquí damos asiento en el Congreso a quienes pretenden -no solo Vox- deconstruir el liberalismo político que tanto nos ha costado levantar. Gloria a Ucrania.