Estampas estivales

10/08/2024 - 13:17 Antonio Yagüe

Existen unas semanas en verano en los pueblos en las que uno nunca sabe muy bien si es lunes o domingo, toquen o no a misa. Y lo que es mejor, da igual qué día sea.

Existen unas semanas en verano en los pueblos en las que uno nunca sabe muy bien si es lunes o domingo, toquen o no a misa. Y lo que es mejor, da igual qué día sea.

Abunda el descontrol horario, los libros a medio leer, los “arranques” con botellines y vinos mañaneros, los ligeros paseos matutinos y pausados tras la cena, y las siestas modernas sin pijama (por el calor) ni orinal, superados desde la época de Cela.

También ha quedado como cosa de viejos la llamada siesta del carnero, corta y atribuida a los curas tradicionales antes de la comida y a labradores llegados del campo derrotados mientras la mujer ordenaba la casa y calaba las sopas del obligado cocido.

El otro día me sorprendió que, entre pantallas y fútbol, la gente menuda ha recuperado el escondite, rebautizado con el nombre de “Bote botero”. Los chavales siguen siendo algo brutotes pero, quizá por influencia de las chicas, se muestran mucho más nobles y menos pendencieros.

Nos dan cien vueltas en conocimientos a cuando teníamos su edad. Pero ayer me preguntaban que dónde se esconden las moscas en invierno, cuál es el pájaro que mejor canta, y cómo eran las ranas, los escuerzos, los erizos y las mulas, animales prácticamente desaparecidos. Les comenté para intrigarles algo, sin entrar en detalles, que los mulos eran unos hijos raros de burros y caballos.

Como todos los veranos ha llegado a Hinojosa Jacinto (Fernández), exsacerdote y sabio profesor, bonachón a tope que los emboba con explicaciones y su desmedido amor por los árboles con riegos, abonos, podas y mimos. A veces lleva su ‘arbofilia’, incluso por delante de la familia.

Un día oí a alguien que plantar árboles debería ser una ley y hacerlo por la Seguridad Social. Y luego recetarlos. Jacinto sería un asesor insuperable.