Estrés navideño
De entrada tenemos las dichosas comidas de amigos rituales que se ven una vez en doce meses, bodas y funerales. Luego, las cenas de empresa, donde nunca se sabe cómo quedar bien.
Dicen las encuestas que seis de cada diez españoles están estresados en Navidad. No es tan extraño. Tantos días de fiestas (mi madre decía que son lo más pesado) agobian a cualquiera. Sobran los motivos si le añadimos el consumismo creciente tanto gasto extra en adornos, regalos, papanoeles, comilonas y otros caprichos.
De entrada tenemos las dichosas comidas de amigos rituales que se ven una vez en doce meses, bodas y funerales. Luego, las cenas de empresa, donde nunca se sabe cómo quedar bien. Si ser efusivo a costa de parecer pesado, o mostrarse tímido y reservado, a riesgo de convertirse en un plasta. Además, tras la ley de Sólo sí es sí y los Rubiales, hay que andarse con pies de plomo para evitar que cualquier muestra de efusión o compañerismo pueda interpretarse como agresión sexual y montarse una gorda.
La prueba de fuego son los obligados ágapes familiares con suegras y cuñados, donde no todo el mundo cae igual de bien y hay que comportarse hipócritamente. Si faltara poco, la crispación social abanderada por los políticos ha proscrito gran cantidad de temas de la conversación para que ésta no acabe en trifulca tabernaria de las antiguas.
No hablamos del coste de los eventos lúdicos y, con la inflación desatada, del ya familiar subidón de los alimentos. Vaticinan los carniceros que este año en el derbi cochinillo/cabrito ganará el primero por la mínima. El marisco, por las nubes. Las bajadas se quedan ya solo para el agua del río.
¡Ojo! con el estrés. Cada año, según datos oficiales, se registran 57.000 tajos o lesiones serias en tendones de pulgares e índices al cortar jamón. La mayoría ocurren en Navidad. Hay que mejorar la técnica y utilizar guantes metálicos. Mejor comprarlo cortado, o tirar de torrendos de toda la vida.