Fiestas fin de ciclo
Con las fiestas del Cristo, tan abundantes en nuestra provincia, terminó el grueso de las festividades estivales.
En nuestra tierra, las fiestas tradicionales se distribuyen a lo largo de todo el año. Si nos fijamos en los almanaques, apenas hay momentos de vacío festivo, salvo el mes de marzo que puede quedarse tristón y aburridillo, aunque depende de cómo venga el calendario cada año, porque la luna llena manda y fija el Domingo de Pascua y con él se mueven la Semana Santa, la Cuaresma, el Carnaval y otras fechas. Pero hay momentos en que la actividad festiva se concentra y son muchas las localidades que andan de celebración.
En los primeros días de febrerillo, el loco, se juntan la Candelaria, san Blas y santa Águeda; a mediados de agosto, la Virgen de agosto y san Roque; y entre el ocho y el catorce de septiembre se concentran muchas fiestas marianas y distintas advocaciones del Cristo.
Procesión del Fuego. Humanes. 2009. Foto: José Antonio Alonso.
Con las fiestas del Cristo, tan abundantes en nuestra provincia, terminó el grueso de las festividades estivales. El verano es un tiempo de recolección y de cosecha y, en las sociedades tradicionales, cada fiesta tenía su razón de ser. En septiembre se concentran una parte importante de las fiestas, porque es un tiempo de celebración y de acción de gracias por las cosechas recibidas. La cosecha trae dinero, igual que la venta de las reses, en su momento. La fiesta tiene también esa dimensión de agradecimiento a la tierra y a los dioses, por los favores recibidos. En nuestra cultura cristiana ese agradecimiento se reparte en diversas advocaciones y patronazgos de Dios, la Virgen María y de los santos.
Ellos son los que salen en procesión o, para ser más exactos, sus imágenes son portadas en andas por las calles de nuestras localidades, en un recorrido fijado de antemano, que coincide, a veces, con el que hacen las rondas musicales. La comitiva religiosa bendice y protege el espacio por donde transcurre, según la creencia. Es frecuente que las imágenes se detengan en determinados lugares o en las puertas de algunos domicilios.
En primavera, muchas procesiones transcurren por el campo, en romería, pero en estas fiestas de fin de ciclo, a que nos referimos, con el tiempo ya refrescando, lo habitual es que la procesión sea un desfile urbano y transcurra por las calles de la localidad que celebra la fiesta.
Cabañas ardiendo en la Procesión del Fuego. Foto: José Antonio Alonso.
Pero, volviendo al tema que tratamos, si hay un caso emblemático de fiesta de fin de ciclo, en nuestra provincia es el de la Virgen de Peñahora, en Humanes de Mohernando, conocida popularmente como la “Procesión del Fuego”. Dicha fiesta se celebra el segundo sábado de septiembre y está declarada Fiesta de Interés Turístico Provincial y Regional. Como es sabido, el acto más espectacular de la fiesta es la mencionada procesión, en la que la imagen de la Virgen recorre los aproximadamente 2 km. que median entre su ermita en la ribera del Sorbe, hasta el casco urbano de la localidad campiñera, flanqueada por las hogueras que se van encendiendo a su paso y por la quema de los rastrojos que restan de la cosecha. Días antes, los humanenses particulares, peñas, etc. han ido levantando sus cabañas de leña y paja, a ambos lados de la carretera, para prenderlas, a medida que la imagen de la Virgen va avanzando en su recorrido hacia el pueblo. No entraremos en más detalles, de sobra conocidos, que hacen de esta fiesta mariana una de las más emblemáticas y espectaculares de la provincia, desde el punto de vista de la religiosidad popular, pero sí insistiremos en algunos aspectos que hacen de ella una fiesta vinculada al fin de la cosecha y a la preparación de la tierra para la próxima campaña. López de los Mozos, dejó escrito en su “Fiestas Tradicionales de Guadalajara” (2006, 132), hablando de esta fiesta: ...justamente lo que hace que la tierra, recién recogidos sus frutos, se prepare para una nueva sementera y vuelva a fructificar: tierra madre...y fuego violento, cálido y solar, que quema los rastrojos como algo viejo...que servirá de abono y dejará paso a la construcción de un nuevo ciclo agrícola”.
Peñistas prendiendo las cabañas. Foto: José Antonio Alonso.
Todavía octubre empieza con buen pie, pues son varias las localidades de la provincia que celebran la Virgen del Rosario, entre ellas Robledo de Corpes. Como suele ocurrir en otros pueblos, la de octubre es la segunda vez que la patrona es celebrada, pues también en verano, aprovechando la afluencia del personal, se celebra fiesta con la misma advocación. Pensará el lector que vuelvo a barrer para casa, aprovechando estas líneas para sacar de nuevo a la palestra el nombre de mi localidad natal y no le falta razón, pero, además del cariño a la patria chica, hay otro motivo que viene a cuento de lo que estamos hablando: la fiesta de la Virgen del Rosario, suele contar -no siempre se hace ya- con un elemento relacionado con las fiestas de fin de ciclo agrario; se trata del “ramo”, una especie de armazón de madera y alambres, que se cubre con hojas de parra y en el que se cuelgan racimos de uvas, pimientos, frutas de temporada y otras ofrendas de los fieles. Este ramo se subasta entre el público, al igual que las roscas de la Virgen. La costumbre del ramo se encuentra extendida por otras localidades de la provincia, con ocasión de distintas fiestas y con sus correspondientes variantes y también fuera de ella; pero es en nuestra localidad serrana, donde se evidencia su relación con el fin de cosecha,dada la fecha en que tiene lugar y el origen de las ofrendas agrarias que realizan los fieles donantes.
Subasta del ramo. Robledo, 1995. Foto: José Antonio Alonso.