Fronteras

03/04/2020 - 16:41 Jesús de Andrés

Los problemas, como no, también se han globalizado. La libre circulación de capitales facilitó la inversión y el desarrollo económico, pero también se convirtió en herramienta a disposición de los malos.

En los años sesenta y setenta, un sociólogo canadiense, Marshall McLuhan, hizo popular el término “aldea global” para referirse a cómo los medios de comunicación, en aquel entonces sobre todo la televisión, habían difuminado las fronteras y provocado enormes cambios socioculturales en todo el planeta. El mundo, antaño enorme y lejano, se convertía en un pequeño pueblo, en una aldea en la que todos tenían las mismas influencias, veían las mismas películas, leían los mismos libros, recibían las mismas noticias y se comportaban, en definitiva, de la misma forma. No se hablaba aún de globalización, concepto que llegaría después, con la revolución tecnológica e internet. El mercado dejó de ser local para ser universal, las fábricas se trasladaron a lugares remotos, los capitales comenzaron a volar a la velocidad de la luz y la cultura fue más de masas que nunca. Hoy en día, sin salir de casa, podemos transferir dinero, comprar música o cine, leer el periódico o realizar nuestras compras en cualquier parte del planeta apretando un botón. Poco importa si se trata de un fenómeno de expansión de la cultura occidental o de una mezcla multicultural. El caso es que está ahí.

Los problemas, como no, también se han globalizado. La libre circulación de capitales facilitó la inversión y el desarrollo económico, pero también se convirtió en herramienta a disposición de los malos: las mafias, los narcotraficantes, los terroristas, los traficantes de armas, los tratantes de blancas… Los problemas que acechan a la humanidad no pueden ser resueltos por cada país. El cambio climático, la migración o las pandemias, como la actual, son realidades que sólo en conjunto se pueden abordar. Los atentados del 11-S demostraron que nadie está a salvo en su torre de marfil. El tráfico de drogas, de personas, de armas… no puede ser resuelto unilateralmente. Hace falta colaborar de manera estrecha. Pero los Estados, sobre todo en la esfera internacional, siguen manejándose con mecanismos arcaicos para resolver los problemas actuales. Y ante eso, lejos de abrir los Estados a nuevas formas de organización, algunos incluso sacan la bandera y pretenden que haya más y más pequeños.

Hay científicos que están advirtiendo que el próximo virus es probable que ya se esté incubando en algún mercado de animales salvajes en China. Como con el cambio climático, hay que actuar antes de que -de nuevo- sea tarde. China ha sido un depredador de especies como el rinoceronte o el tigre, entre otras, ya que su medicina tradicional les atribuye cualidades sobrenaturales. En sus mercados sin control se mezclan especies salvajes y domésticas cuyos virus en ocasiones saltan a los humanos. O la comunidad internacional toma conciencia y sanciona estos comportamientos o cada pocos años seguiremos teniendo epidemias como esta, quizá incluso con menos fortuna.