Galdós

01/08/2020 - 20:05 Jesús de Andrés

La crisis de la covid-19 ha deslucido al extremo los actos previstos por el centenario de su muerte, dejándolo de nuevo en un plano de insuficiente reconocimiento. 

Nunca fue Benito Pérez Galdós un escritor con buena suerte. A pesar de que su nombre sonó una y otra vez como el gran candidato en lengua castellana para conseguir el Premio Nobel, como también le ocurriría a su buen amigo Leopoldo Alas Clarín, el boicot y el permanente ataque al que fue sometido por los sectores más reaccionarios de la sociedad española consiguieron que muriera, hace cien años, sin haberlo conseguido. Sus ideas anticlericales, cuyo culmen fue el estreno de su obra teatral Electra (1901), en la que arremetía contra el poder de la Iglesia y de las órdenes religiosas, movilizaron al catolicismo tradicionalista, quien se preocupó, y mucho, de desprestigiar al autor y conspirar para que no consiguiera el merecido premio. Una vez más, como tantas otras, el enfrentamiento entre la Ilustración, la razón y la ciencia, por un lado, frente al oscurantismo, el fanatismo y la superstición religiosa, acabó con la victoria de estos últimos.

En este año, que debiera haber sido el de la recuperación de su memoria y la reivindicación de su prestigio, de sus novelas y teatro, la crisis de la covid-19 ha deslucido al extremo los actos previstos por el centenario de su muerte, dejándolo de nuevo en un plano de insuficiente reconocimiento. Nada de ello afecta, ni los premios que no lograra conseguir ni los actos aplazados o suspendidos, a su indiscutible hegemonía entre las letras españolas, a quien algunos sitúan a continuación de Cervantes. Decía José Luis Garci, director de algunas películas basadas en sus novelas, como El abuelo o Sangre de mayo (en sus Episodios Nacionales), que Galdós es para nuestro idioma un refugio de montaña, un autor cuya lectura te rejuvenece.

Si no ha elegido aún sus lecturas para el mes de agosto, o le queda hueco para una más, no hay mayor homenaje que incluir al escritor canario entre ellas. Desde sus clásicos Episodios Nacionales (cuyo recuerdo aún despierta mi ilusión adolescente, en particular Trafalgar), pasando por alguna de sus novelas más destacadas, como Fortunata y Jacinta o Tristana. No faltarán en mi sugerencia algunos de sus escritos relacionados con Guadalajara, a los que José Esteban dedicó hace ya bastantes años uno de sus libros, Guadalajara en la obra de Galdós, y Tomás Gismera ha recordado hace no mucho en estas mismas páginas. En Juan Martín el Empecinado, Las tormentas del 48, Narváez o El caballero encantado recorre las tierras de Jadraque, Atienza, Cogolludo, Guadalajara, Molina, Brihuega o Cifuentes entre otras muchas localidades de nuestra provincia. Dense un homenaje leyendo el mejor castellano, disfrutando de nuestro idioma y recordando a uno de los grandes. Él quizá no tuvo suerte con el Nobel ni con su centenario, pero sí la tendrán ustedes al leerlo.