Gambito de dama

18/12/2020 - 19:11 Jesús de Andrés/Guadalajara

La dureza del deporte-juego es inimaginable para quien no lo conoce.

Es la serie de moda. Muy recomendable, para los amantes de las buenas historias, pero sobre todo para los amanes del ajedrez. Una joven con un increíble talento, que descubre el juego en su infancia, organiza su vida en torno a la competición, renunciando a luchar en categorías femeninas y enfrentándose a hombres, a los mejores jugadores del mundo. En parte recuerda una historia real, la de Judit Polgár, ajedrecista húngara que llegó a los primeros puestos del ranking mundial, quien desde niña ganaba a maestros en partidas simultáneas, capaz de jugar con los ojos cerrados y de vencer a ajedrecistas de la talla de Kárpov, Kaspárov, Spassky, Anand o Carlsen, entre otros. 

La dureza del deporte-juego es inimaginable para quien no lo conoce. Decía Kaspárov que el ajedrez es uno de los deportes más violentos que existen, no sólo por el desgaste físico y mental que supone, por la gran cantidad de energía nerviosa que consume, sino sobre todo porque en él se intenta golpear y destruir al rival sin piedad. Un enfrentamiento voluntario y cruel entre dos personas. Al igual que el boxeo, es la lucha para la derrota del rival. Uno y otro requieren un entrenamiento máximo. No se trata de deportes de equipo en los que uno puede refugiarse en el grupo. Si un boxeador llega bajo de forma, sin haber entrenado bien, arriba, en el ring, estará solo y se llevará todos los golpes. En el ajedrez los golpes pueden parecer menores, pero el jugador también está solo frente al tablero y si pierde recibe un daño enorme. Nada que ver con la tauromaquia, donde un ser humano engaña y manipula a un toro hasta la muerte. El ajedrez y el boxeo tienen no sólo un simbolismo y una estética sino, sobre todo, una épica imposible para quien simplemente degüella a un toro ante los gritos o la pasividad del público. Representan una lucha que es real, reglamentada, civilizada en los límites de 16 cuerdas o 64 casillas. Tienen una narrativa, fuerza alegórica, por ello han servido de inspiración constante para la literatura y el cine, dando lugar a grandes obras. A los toros, sin épica alguna, sólo les queda la reivindicación de una estética, de un manierismo demodé. Su narrativa es la del Cordobés, del chico humilde que escapa del hambre y la miseria, la de Ángel María de Lera en Los clarines del miedo.

El ajedrez es cosa de hombres y mujeres porque la vida es cosa de hombres y mujeres, dura y cruel para todos, con batallas que se ganan y se pierden. Una representación del mundo. El gambito de dama es una apertura que permite avanzar a la reina blanca, esa que representa a todas las mujeres que luchan y progresan.