Gordas

12/08/2022 - 15:27 Javier Sanz

Este verano la maestra Montero, ministra de Igualdad, nos ha redimido predicando las coplas del ciego en un cartel que exhorta a las mujeres que siempre vimos en la playa con respeto.

El apaisado cartel del Ministerio de Igualdad ha dado el cante. Normal. Irene Montero se erigía en la guerrera del antifaz que liberaría a todas las que aparecían en un mix, especialmente a las gordas, aliviándolas de un complejo creado pues jamás se ha conocido y las playas han estado cuajadas de gordas y flacas, feos y guapos, calvos y pelochos, listos y menos listos, y de la misma forma que nadie exigía ticket de acceso nadie se acomplejaba sino que caúno andaba con su cauná y extendía su toalla. Y de noche, todos los gatos siguen siendo pardos.

Las gordas, más cariñosamente gorditas, han sido el prototipo de la mujer sensual desde Rubens, y así se enseñaba en las Facultades de Medicina. Cuando Juan Carreño de Miranda retrata a Eugenia Martínez Vallejo, vestida y desnuda, nadie en su sano juicio lo toma como una agresión sino como el retrato de la variedad de morfologías humanas que andaban por la Corte, algunas sospechosas de enfermedad, exaltadas en los mejores museos. Qué decir de algunos desnudos exuberantes en el diván de Lucien Freud. ¿Y –todas- las de Botero? Si se cuentan más de un sexo que de otro es por la más atractiva sensualidad femenina, superior a la masculina, dónde va a parar. 

    Las gordas convivieron en la Transición –escríbase siempre con mayúscula-, en la música con Los Payos y su pelotazo “La Gorda”, que Martín Cañamón cantaba a capela en el templete de la música de la Alameda seguntina, anticipándose a “La Ramona” de Fernando Esteso que cerraba las verbenas, y todavía seguía la rueda con un Gurruchaga que prefería, como ellos, las “gordas y apretás, iu, iu”, aunque ya en el 87, cuando el felipato cumplía un quinquenio. Músicas y letras vulgarotas también de Queen y AC/DC, carátulas de vinilos perturbadoras, etc., las artes y los tiempos que duran lo que duran porque el personal pide otras cosas. 

    Las gordas fueron objeto de la más mordaz ironía de los dibujantes, Forges a la cabeza con su Concha prototipo visitando al “Gordólogo”, al tiempo que sublimaba a las suecas de playa española. Gila con los mil y un chistes de lo mismo, en el papel o las ondas. Serafín con gordas y sensuales marquesas que empinaban el porrón. Mingote con sus rebosantes esposas cuya sola presencia llenaba la viñeta para dejar al hombre en pura anécdota. Los mejores lápices, libres de catalogación “machista” tiraban a la curva abierta y los tiempos se iban a otras cosas como la hoja del otoño permanente que se vive.

Este verano la maestra Montero, ministra de Igualdad con su antifaz rosa, nos ha redimido predicando las coplas del ciego en un cartel que exhorta a las mujeres que siempre vimos en la playa con el mayor respeto a que vayan a la playa, mejor sin prótesis del miembro inferior. Y es que hay ministerios que son más bien misterios, tal que el suyo. Vendrá otra ley de memoria democrática y cuando se defina el término “Ministerio”, habrá que pasar el borrador a muchos titulares pues no sé sabrá muy bien a qué jugaban y con tanto dinero de todos los monteros, garzones… íes griegas icetas, titulares de la cosa con currículos de todo a cien. Mientras tanto, vengan días y caigan carteles… y ollas, como tinajas de chalé.