Un país estupefacto
Es un país de porsches y ferraris de presidencias futboleras de medio pelo, de pagar dos cañas con un binladen después de colocar mascarillas de papel de periódico. Este es un país en el que 6 es igual a 3 + 1 + 1 y se cuadra y signa en el sillón con palco de proa del congreso tras un recibí,
Los apestados invocaban a San Roque les librara de su mal, de ahí tantas fiestas en su honor en nuestra provincia, en Castilla y por agosto. La metáfora de quien sufre la peste se da, también, en política y de él huye hasta la familia, por lo que éste tiene que refugiarse en otras cuevas mixtas, que tampoco es cosa de quedarse a la intemperie. Hay quien anda en el alambre con la soltura de Mary Poppins en las carreras, creyéndose prota y con la bendición del padrino, el cine tan a mano, señal de no enterarse de que Michael Corleone le da matarile a su hermano Fredo por bala interpuesta, una tarde, en un lago, grises ambos. Al cine ya no se va para meter mano sino para enterarse de cómo las gasta la humanidad pues, al menos en la sala, supera la ficción a la realidad que es para lo que se rueda este negocio. Hay quien no se entera, y se queda estupefacto cuando le abordan a la entrada del lobby, el Congreso, o sea. En su estupefacción queda todo un país estupefacto, que hasta a este pobre se la han jugado, pero el test de este covid24 es la reedición de las nueve señales del hijoputa en “Mazurca para dos muertos”, a saber: pelo ralo; frente buída; cara pálida; barba por parroquias, manos blandas, húmedas y frías; el mirar huido; voz de flauta; pijo fláccido y doméstico y, novena, la avaricia. Hay quien, bingo, las lleva todas en la primera mano de la partida, o sea, viene de fábrica, aunque la novena se adquiere en el menudeo de la calle: estar atento, echar el guante y salir de naja, a poder ser al atardecer, entre dos luces. Cela los vio pasar por delante y por detrás, y los tabuló como si fuera el colofón de Darwin.
El país está estupefacto como el propio interceptado, mariscador de la Chalana, pero en su fijez discontinua se asoma el pueblo jubilado a la baranda del puente de Piedra por ver si lo salta el Ebro u ojea las ingles de telecinco en programas de jóvenes corneados por la propia manada, juego de querubines con cuernecillos, perilla y tanga. Es un país de porsches y ferraris de presidencias futboleras de medio pelo, de pagar dos cañas con un binladen después de colocar mascarillas de papel de periódico. Este es un país en el que 6 es igual a 3 + 1 + 1 y se cuadra y signa en el sillón con palco de proa del congreso tras un recibí, es un país donde el sheriff beatifica a un aizcolari, honra y prez de los suyos, que le pondrá un piso a su niña en su momento y en Benidorm.
Es magnífico este país al sol, pero al fin y al cabo un país que cantó a José María “el Tempranillo” y los Siete niños de Écija, entre los que se contaba Fray Antonio de Legama. A todos les dieron garrote, pero nadie creía en su reencarnación y mira por dónde. Dejaron la Sierra de Ronda y sus herederos se fueron a la T-4 de Delcy y al trueque a Waterloo diciendo que los colores de las banderas eran los mismos, pero en listas más finas. Con eso bastaba. Estupefacto se quedaba el otrora bipoderoso a las puertas del Congreso, con voz de doblaje. Pero se está rodando “El Padrino IV”, de muy largo metraje. Cuando la estrenen ya no podremos tomar una caña a la salida, sesión de noche, pues santa Yolanda -estrella Galicia 0,0- ora pro nobis y nos libra de todo mal, en la que fuera capital de la movida. Pues eso, Miquelarena, y fresas marroquinas de postre.