Había una vez un circo

10/08/2024 - 13:11 Jesús de Andrés

Entre los pronósticos navideños de 2024 anuncié que posiblemente viéramos regresar este año a Puigdemont como a Tarradellas, con su “ja sóc aquí” incluido, cruzando la Gran Vía de Barcelona en un descapotable a lo Kennedy.

Vuelven a Cataluña el sainete, la charlotada, la pantomima que desde hace años pretende sustituir allí a las instituciones. Se vota la investidura de Salvador Illa como nuevo presidente de la Generalitat, gracias al apoyo de ERC, y Puigdemont, en un ataque mezcla de celos y pelusa, monta un nuevo ‘show’ adolescente para reclamar su protagonismo e impedir la celebración del acto. Una vez más, el espectáculo intentando sustituir a la política, el desprecio a las formas acompañando el rechazo a los principios. Casi siete años prófugo, en un destierro cobarde que se pretendió revestir de épico exilio, para acabar regresando en plena canícula agosteña, dar un discurso de cinco minutos a los más recalcitrantes bajo el escudo real que preside el barcelonés Arco del Triunfo -hasta para eso son torpes- y volver a desaparecer en coche en una operación tan ridícula como el propio personaje, carne de memes.

Entre los pronósticos navideños de 2024 anuncié que posiblemente viéramos regresar este año a Puigdemont como a Tarradellas, con su “ja sóc aquí” incluido, cruzando la Gran Vía de Barcelona en un descapotable a lo Kennedy. La aprobación de la Ley de Amnistía, tan legítima como cualquier otra, pero tan interesada y oportunista como no debiera serlo ninguna, abrió la posibilidad de que así fuera, aunque lo impidió, hay que reconocerlo, la puntual instrumentalización de la justicia. Más movido por su resentimiento que ungido del caudillismo que pretende, incapacitado para el cálculo racional debido a su fanático fundamentalismo nacionalista, Puigdemont es una lacra a la que los catalanes dieron la espalda en las elecciones, algo incomprensible para su ego y discordante con su relato. Lejos de sentarse en su escaño, incluso de intervenir en nombre de su grupo, ha preferido una vez más protagonizar el esperpento desde el centro de la pista del circo en que ha convertido a la política catalana. Albert Boadella, ‘president’ en el exilio de Tabarnia, aquel constructo territorial destinado a sacar los colores a los nacionalistas, se reconocía como un payaso, pero, afirmaba, incapaz de alcanzar el nivel de Puigdemont.

La amnistía y el nuevo sistema de financiación no rompen España, cuya desigualdad y dinámicas disgregadoras son parte del sistema, pero sí aceleran el proceso. A Sánchez poco le importa, lleva años en ello. Feijoo no dará un paso atrás cuando le toque. A la espera de nuevos capítulos de esta mala serie, es de esperar que se alargue el argumento y Puigdemont pase a una clandestinidad retadora. Al fin y al cabo, si los Mossos, que son la policía mejor pagada, tardaron dos años en encontrar al Yoyas, quién sabe lo que tardarán en dar con el Puchi. Qué risa si no fuera tan triste.