Hacienda lotera
A lo tonto me lo bailo, como dicen en mi pueblo, Hacienda (que nunca hemos sido todos) volverá a pillar en menos de un mes un botín de unos 2.100 millones de euros por la ‘gestión’ del Gordo más otros 200 de impuestos por los premios mayores.
Se trata de una aportación voluntaria y gustosamente aportada por millones de españoles engatusados por la melosa propaganda oficial de compartir suerte y el “y si cae aquí”.
Hay peñas, gimnasios, colegios, asociaciones variopintas y hasta parroquias a las que “de paso cañazo” les sirve (dicen) para financiar actividades, viajes, fiestas del pueblo y otras juergas.
Empresas, comercios, bares y otros locales de ocio, panaderos y tenderos ambulantes en la España vacía colaboran sin rechistar con los Montero/Montoro de turno movilizando un pastón en metálico. Y eso que exige contabilidad aparte y dedicación atenta, sin otro beneficio que alguien se despiste del pago.
Unos décimos que pillamos en el trabajo, el pueblo, el bar/restaurante, la carnicería, panadería o súper de siempre, los que intercambiamos (comprando) con amigos... Y nos plantamos en cientos de euros. Puede que más de lo que en contra nuestra voluntad pagamos a las haciendas, haciendillas autonómicas y municipales.
Mi amiga rusa Inna Kuzina, gran filóloga, socióloga y estudiosa de nuestras costumbres, consideraba que esta singular fiebre lotera española obedece a que somos unos ilusos y envidiosos. Sabemos que es casi matemáticamente imposible que nos toque el Gordo, pero jugamos por si les toca a los otros y a nosotros no. Quedaríamos, sin perdón, como unos gilipollas.
Como remacha mi amigo Juan recordando episodios repetidos en el tiempo de dirigentes soltando sandeces, mazones y ábalos con sus compañías, sentencias, catástrofes, guerracivilismos ... : “Por España no pasan los años”. Igual vuelve a caer el Gordo en el Señorío, como en 1852.