Pobres animalicos
Hay estadísticas demoledoras para los que a veces pensamos a la antigua. El INE certifica que en España hay cinco animales domésticos por cada diez habitantes. O sea, uno por cada dos personas, lo que la convierte en el sexto país de Europa en esta ratio o porcentaje.
En mi infancia rural vivíamos rodeados de animalicos, la mayoría indispensables para la supervivencia autárquica. Criábamos ovejas, cabras, gallinas, conejos y algún gorrino para la matanza. También teníamos semovientes “de casa”: una yunta de mulas, algún borrico, un perro guardaovejas/guardalacasa y gatos asustarratones saliendo o entrando sigilosos por el arbullón.
Alucina la sensibilidad (y el negocio) actual con los perros en barrios ricos y no tanto de las ciudades. Trato materpaternofilial, cuidadores/entrenadores, guarderías, peluquerías, baños, ropas, juguetes, delicatesen… Esta Navidad dispondrán de novedosos turrones específicos creados a medida por la famosa fábrica El Lobo, a base de zanahoria y coco tras dos años de pruebas y estudios avalados por veterinarios.
Parece que en esta industria no se frenan las factorías de canes, cual nuevos juguetes, con mimos increíbles junto a castraciones egoístas e inhumanas.
La gallinas ponedoras ya son tan numerosas como los habitantes de dos patas, con la provincia de Guadalajara liderando su población y producción huevera.
En la España vaciada lo tienen más crudo. El Gobierno ha decretado su confinamiento en gallineros por la extensión de la epidemia de gripe aviar a casi 2.000 granjas. Como hizo hace cinco años ante la pandemia de Covid con los humanos. Ya han sido sacrificadas 2,5 millones. Pobres.
Si los ya huevos estaban por las nubes, con este revés “pronto llegaremos al euro por cada unidad”, aventura una amiga panadera y pastelera. Le recuerdo que en mi pueblo cuando el franquismo una docena se cambiaba por un kilo de chuletas. Todavía más del doble. Veremos.