Homenaje a Teresa Butrón Viejo


Durante el franquismo, Teresa, inconformista que ha sido siempre, luchó por la dignidad de las mujeres, sobre todo de las que vivían en el  medio rural y de las más vulnerables.

Hay amistades que a primera vista parecieran inverosímiles, quizá porque observadas desde la superficie se perciben numerosos contrastes, algunos de los cuales serían insalvables para ciertas personas. Sin embargo, cuando una relación se construye desde el respeto y la honestidad, las discrepancias son el salero de esa amistad y las coincidencias el caramelo.

Imaginen una mujer conservadora y otra progresista, una agnóstica y otra católica practicante, cuando se conocieron una había estado vinculada a la Sección Femenina y la otra a las Juventudes Socialistas… y, por si fuera poco, casi se llevan cincuenta años de diferencia.

Como seguramente ya hayan supuesto al leer el título de este artículo, una de esas mujeres es Teresa Butrón Viejo. La otra, servidora. Les aseguro que es imposible conocer a Teresa y no quererla, escucharla y no admirarla. Ello no implica compartir todas sus opiniones, pero la educación con la que las expone y la tolerancia que manifiesta hacia quien no piensa como ella, la convierten en una persona con la que siempre se está a gusto. 

Conocí a Teresa gracias a una de mis maestras profesionales (del Trabajo Social) y de la vida, Pilar Andrés Aparicio. Ya había oído hablar de ella y de su entusiasta disposición a colaborar con otras mujeres y con las instituciones en todo aquello que supusiera un bien para avanzar hacia la igualdad, sin importar el color político.

Me acuerdo de que fue empezar a hablar e inmediatamente trabar una complicidad que se fue transformando en una amistad que aún hoy perdura. Les confieso que me apena la gente que prejuzga a otra por convicciones políticas, como tampoco entiendo a aquellas que se autodenominan feministas pero que solo aceptan reunirse con las que comparten sus postulados partidistas (que no necesariamente los del feminismo).

Foto: Entrega de una distinción en el Día de las Mujeres Rurales celebrado en Horche en octubre de 2018.

Durante el franquismo, Teresa podría haberse plegado a los preceptos que se habían establecido para el sexo femenino. Afortunadamente no fue así y ella, inconformista que ha sido siempre, luchó por la dignidad de las mujeres, sobre todo de las que vivían en el medio rural y de las más vulnerables. También jugó un papel determinante en la apertura de la primera guardería laboral de Guadalajara y fue (y sigue siendo) el alma de la asociación Concepción Arenal, convirtiéndose en un referente para muchas mujeres de la provincia que, más allá de las ideologías, han visto en ella un ejemplo de lo que actualmente llamamos sororidad. 

Mi amiga Teresa, amiga también de muchas de las personas que ahora se encuentran leyendo esta Vindicación, cumplirá noventa años en unos pocos meses. Siempre le digo que, por favor, no se muera antes de los cien (por lo menos), pero ella, con la serenidad que otorga la senectud, acepta con naturalidad que se acerca el momento de irse con su Dios. 

Teresa Butrón Viejo ha recibido varios y muy merecidos reconocimientos en el ámbito local, provincial y regional. Si no recuerdo mal, el último de ellos tuvo lugar con motivo del Día Internacional de las Mujeres Rurales en 2018. Entonces, yo desempeñaba el cargo de directora del Instituto de la Mujer de Castilla-La Mancha y les puedo asegurar que no me podía sentir más feliz y orgullosa de entregarle esa distinción autonómica.

Dicho lo anterior, la verdad es que no quisiera que cualquiera de las dos pasara a mejor vida -esto nunca se sabe-, sin haberle rendido mi pequeño tributo personal (no político ni institucional), pues los homenajes póstumos están bien, pero creo que todavía son mejores si se pueden disfrutar en este mundo.